Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

El poder de la perseverancia

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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LAS LECTURAS de este domingo nos hablan de fidelidad y de perseverancia, fidelidad y confianza en Dios y en su providencia, perseverancia en el camino de la fe, teniendo en cuenta que los molinos de Dios siempre muelen despacio. Sus ritmos no son los nuestros, nuestra forma de ver las personas y los acontecimientos no siempre coinciden con los suyos. Es a nosotros a quienes nos toca conformarnos con Él y no al revés. Todo lo que somos y tenemos, aunque cueste reconocerlo, es don y gracia. Y ése es precisamente el problema de muchos de los que hoy nos llamamos cristianos: creer que todo lo bueno de la vida es mérito nuestro y lo malo o es fruto de la maldad ajena o de un mal definido «destino». El relato evangélico nos puede desconcertar, acostumbrados a una imagen de Jesús dulce y, más que buena, bonachona, nos encontramos con un Jesús que incluso parece rechazar una petición. Asistimos a un espectáculo insólito: una mujer pide a Jesús no para ella, sino para alguien a quien quiere más que a ella misma: para su hija. Un hijo enfermo debe ser uno de los mayores dolores humanos. Jesús, sin embargo, se resiste y se resiste duramente, al menos en apariencia, hasta arrancar del corazón de madre una de las más preciosas oraciones que recoge el Evangelio. Tan preciosa que venció totalmente el corazón de Cristo. Y se hizo el milagro: al elogio de Jesús a la mujer siguió puntualmente el cumplimiento de la petición que ésta le formulaba. En aquel momento, dice el Evangelio, quedó curada su hija. Preciosa y aleccionadora la escena. No nos iría nada mal tener la tozudez de la mujer cananea: supera el silencio de Jesús, después su negativa y su aparente desprecio. ¿No encontramos en la conducta de Jesús una confirmación de nuestra experiencia? ¿Cuántas veces nuestras oraciones han sido aparentemente estériles y sin respuesta? El final del texto nos enseña que Dios siempre acaba escuchando a los que insisten con una confianza total. ¿Tenemos claras, al menos, las ideas? ¿Cómo es nuestra confianza y nuestra perseverancia? ¿Creemos de verdad en la Providencia de Dios? Jesús hace participar a una mujer pagana del pan del reino de Dios. Si no hubiera sucedido así desde los comienzos del cristianismo, ¿estaríamos nosotros ahora dentro de él? ¿Qué barreras nos separan ahora de los demás: raza, lengua, cultura, religión, clase social...? ¿Qué pasos hemos de dar para el encuentro? ¿No somos extranjeros unos para otros, y sobre todo para con Dios, con nuestro modo de vivir? Posiblemente una de las pérdidas de esta sociedad vertiginosa que nos rodea a todos en la época del ruido y la velocidad, sea la pérdida del gusto por la oración, entendida como necesidad de ponerse en contacto con Dios para encontrar la respuesta adecuada a lo que pedimos y a lo que necesitamos en muchos momentos; es intentar vivir sin que ningún demonio de tantos como andan sueltos nos atenacen como atenazaban a la hija de esta mujer cananea que nos da un ejemplo tan vivo y tan atrayente de lo que es rezar y confiar de verdad.

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