Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

La lógica del Reino de Dios

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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EL FRAGMENTO evangélico que escuchamos este domingo es uno de los más difíciles de llevar a la práctica. Por mil y una razones nuestra vida y nuestro actuar lo contradice, aun invocando «santas y poderosas» razones. Una de ellas es la reducir la fraternidad a la mera justicia. Un domingo podemos caer en la cuenta de que Cristo nos está introduciendo en un talante de vida que tiene poco que ver con esquemas y criterios habituales. Un talante de vida que tiene poco que ver con estos esquemas porque va más allá de ellos, los sobrepasa. «Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos». El problema de los letrados y fariseos no es de maldad, de incumplimiento, de injusticia o de falta de prestación. Al contrario: ellos son los primeros, de las 6 de la mañana, los trabajadores que han aguantado el peso del día y el bochorno. El problema de los primeros, los de las 6 de la mañana, arranca precisamente de su justicia, de su obligación cumplida, de su prestación, de su cumplimiento. Todo esto lo viven como derecho adquirido, como exigencia, como superioridad. ¡Éste es el problema! Dios es quien nos ama, quien nos llama a su Reino, quien nos ofrece gratis su amor. Nosotros debemos extender la mano y aceptar su don; abrir los brazos y recibir su abrazo. ¡Nos cuesta tanto comprender que nuestro esfuerzo no nos autoriza a considerarnos superiores a los demás, a mirarlos por encima del hombro! Creer en Jesús y venir a Misa todos los domingos no nos convierte en una raza superior de hombres Dios ofrece su amor a todos, llama a todos. Como Jesús, que trataba con todo tipo de gente. Y que se sentía molesto cuando algunos buenos fariseos de toda la vida, de corazón encogido, querían guardarse para ellos solos el amor de Dios y de su Reino, que el Padre ofrece a todo el mundo. Dios no quiere establecer con los hombres, a quienes hace sus hijos, aquellas relaciones propias que un amo tiene con sus jornaleros: relaciones de simple justicia. Dios quiere establecer unas relaciones fundadas en el amor y en la gracia. Por eso premia por encima de nuestros méritos y da a cada uno lo que necesita para la vida, para una vida eterna. Una moral de talante farisaico proyecta las relaciones mercantiles humanas al ámbito de las relaciones con Dios y da paso a una especie de capitalismo espiritual en el que sólo cuenta el atesorar méritos para pasarle a Dios la factura. Una moral así no puede comprender la bondad de Dios que nos sorprende siempre con la gratuidad de su amor. La parábola insiste en que Dios llama siempre, a todas las horas, cuando y como le parece. El momento en que llegue esa llamada, pronto o tarde, no tiene importancia. Lo importante es estar preparado para recibirla cuando llegue. No podemos mantener distinciones entre quienes acogieron su llamada los primeros o los últimos. Lo importante es el trabajo por el reino, nunca los méritos que se pretenda tener por él.

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