Por San Froilán, el trineo verán

E contáronse por cienes los habitantes del burgo de León que, como siglos atrás, caminaron por entre las piedras de la rúa para acudir a comerciar con el pan, el queso e las viandas tradicionales de la tierra. E bajo la estampa de la Basílica de San Isidoro, semejó por momentos aparecer el mismísimo rey y señor nuestro Alfonso VII presto a dictar bando para que aquestas criaturas que no cesaban de bramar a lomos de diabólicos carros de cuatro ruedas bautizados por Satán bajo el nome de «Jané» permitieran a los padres degustar a la paz de Dios chorizos criollos e costillares asados con buenos caldos de la tierra. E bajo las carpas de El Cid ofreciáse acá una daga, allá un perfume e hasta infusiones procedentes de la tierra de los infieles (los musulmanes, no los otros) plenas de colores e sabores. Foi así que León cumplió el designio divino de rendir homenaxe a San Froilán, patrono de las tierras del Bernesga, que tan pronto angosta las mieses a finales de septiembre con calores traídos de los mismísimos infiernos como adelanta la época de las nieves, para gloria de San Isidro (la estación, que no el bendito patrón de Madrid). E en acabando los maitines, cesaron las loas de las criaturas demandando a los magos que ficieran extrañas figuras con sus maquiavélicos globos: «Esto que me has hecho es un perro y yo lo que te he pedido es que me saques a Pluto», dixéronlle a uno a la puerta de la Audiencia. No hubo cárcel, sólo excomunión.