Diario de León

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NI RESPONSO le echaron al difunto. Era pantalón vaquero, por Lois atendía, y a causa de andancios críticos se nos ha caído a los tobillos, mala señal. Se había alzado con la gloria del jean nacional, el levis de estos secanos que en los sesenta ya nos vestía las ganas y películas. Fue el pantalois, vaquero ibérico que, asu vez, firmó la sentencia de muerte de la tela mahón, tela obrera y nacional, muy marinera ella en ropa de faena, blusones y monos. Pero después de cincuenta años echó la trapa la fábrica de Lois, requiescat in pace , y han devuelto a los corrales a su emblema, ese toro culón, revirado y corajudo, espatarrao y belicoso lanzando una tarascada al aire (ahora sabemos todos que estaba matando moscas a cornadas, moscas cojoneras). Nuestro pantalón fue buena réplica del vaquero americano, esa prenda que es uniforme al dictado (fue el primero en imponer algo que hoy llamamos globalización). Ciñió el «lois» el pandero nacional y marcó el bulto de la orquitis nacional perpetua. Y se aferró a la noria de la moda que le hizo de campana, los estrechó después y volvió a acampanarlo... nadar y nadar para morir en esta orilla en la que muchos pueden recordar todavía que gracias a la autarquía tecnológica de un pantalón «lois», unas chirucas y un camión Barreiros pudimos lanzarnos a la carretera del soñar por nuestra cuenta y a palpar el desarrollo y la taleguilla. Total, que a este pantalón le han cerrado la fábrica, una empresa familiar que se las prometió. Alguien debería clavar en su portón, ahora sellado, el parte final de la derrota escrito en un albarán sin destinatario, un parte que diría: «Cautivo y desarmado el último bastión pantalonero del vaquero nacional, las tropas amarillas, la crisis y la baratura pirata han alcanzado sus últimos objetivos. La guerra ha terminado»... Pero habrá concluído para el « pantalois », nuestro vaquero del desarrollismo que podrá consolarse viendo cómo para nosotros la guerra empieza ahora con la garlopa hipotecaria puesta de bayoneta en los mosquetones de un ejército bursátil bastante enloquecido y atacado de pánico. Dicen que de esa guerra sólo saldremos cuando -con dinero chino, petroárabe o ruso- nos compren finalmente por lo que valemos y no por lo que costamos.

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