Diario de León

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PRACTICABAN una costumbre tremenda (o no tanto) los astures, a los que ahora la tontería endémica quiere llamar ástures, toma ya, metiéndole a la palabra un esdrújulo supino, súpino y exótico, aunque tendremos que agradecer que no tenga el nombre una c o ch, porque ya le habrían endilgado una k o tx, que los blogs aberchales han sido pesebre con mucho daño para los lacorrillos de gudari cazurro. Los astures resolvían de una forma radical y rigurosa las enfermedades crónicas o incurables de su gente. Si permaneciendo en casa no mejoraba el doliente o postrado, allí no hacía nada; entonces, determinaban llevar al enfermo hasta un cruce de caminos donde le dejaban (o abandonaban) en la esperanza huera de que pudiera pasar por el sitio un viajero o alguien que tuviera algún remedio o paliativo para su mal. Naturalmente, allí solían morir, muerte prevista, muerte aceptada, eutanasia pasiva, «ojos que no ven, corazón tranquilo». No aplazaban lo que pareciera final inapelable, porque en aquella vida tan perra y escasa no podían malgastar espacio, provisiones y cuidados. En culturas asiáticas, y especialmente en Japón, ha venido sucediendo algo parecido hasta anteayer. El anciano que presiente su muerte (acuérdate de «La balada de Narayama») se rompía los dientes para no poder comer... y así se echaba a un morir cierto... o se subía a una montaña alta donde se sentaba, esperaba... y se hacía hielo. Siempre quise imaginar cómo procedían nuestros abuelos astures con esta costumbre: ¿les llevarían a un cruce cercano o al quinto coño?...¿les iban a ver después?... ¿les llevaban alimentos, agua?... ¿les construían al menos un sombrajo de escobajo si era verano ardiente?... ¿cuántos días, semanas o más tardaban de promedio en morirse?... ¿recogerían después sus cuerpos o eran pasto de cuervos, alimañas y cunetas?... ¿y qué hacían los astures con sus muertos, dónde los metían?, porque casi no aparecen en las excavaciones. Yo creo que, como mucho, les sepultaban bajo un arbolón... como abono; sagrado abono; pero abono. La vieja costumbre astur sigue viva hoy, aunque en el cruce de caminos al que mandamos a nuestros viejos y tullidos se levantan residencias o sanatorios. Y alguna vez vamos a verles... ¿qué tal, abuelo?... como si nada.

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