Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

Brillantes

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pedro trapiello
León

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En la caída marroquí de la cordillera del Atlas hacia su vecindad argelina el desierto no es tan fiero. Hay pliegues y barranquillas labradas un día por el agua y lijadas sus aristas por el simún. Ahí se recuerda escondidamente el vergel que aquello fue en su día de edén sahariano. Tal es así, que les parece el mejor sitio para sus migraciones anuales a unos pájaros ciertamente curiosos que viven en Sudáfrica y suben a estos nortes africanos en su invierno austral.

Esos pájaros son un filón. A cazarlos en estos parajes vienen jeques, emires y pachás, esa aristocracia mora que no tiene pudores si hay que ostentar sus insultantes fortunas ante un pueblo azuzado de gazuza mortal que mendiga por Alá, reza al diablo de la bomba y besa la mano de su señor ladrón. Los jeques montan sus jaimas en estos valles anchurosos del faldón montañoso, acampan su lujo tres o cuatro días, traen sus halcones... y los sueltan para que desgañoten a estos pájaros del país de Mandela que en las noches sudafricanas de luna clara hacen su dieta de grijo menudo y piedrecillas para que en el buche ayuden a triturar su dieta de granos y semillas. Las piedras en el buche son propio de las aves, pero es que estos pájaros eligen en las noches claras las piedritas más visibles, las blancas o con brillos de cristal, cuarcitas... y diamantes con los que la lotería de la naturaleza sembró aquel país... así que algunos de los pájaros capturados tienen brillantes brutos en su molleja. Esto es preciamente lo que mueve a su caza en estos andurriales de Marruecos. Su carne no interesa; lo que importa es la propina que traen, su tesoro escondido.

La pajarada gaviotera del pepé valenciano (la que emigra desde su palacio de invierno a la calle Génova y vicelaberza) también tiene en el buche piedrolos, pelucos de veinte mil euracos y hasta piedras de molino para comulgar en viajes papales... ¡coñó, cómo tragan material!... y la aristocracia del partido montó a su vera hace días las jaimas de caza soltando los halcones de don Mariano para bajar de su cielo al pájaro más pijo, ese pájaro que por no ver moros en su Costa acabó preso en sus garras picoteando inútil y furiosamente el uñarro que le estrangula...

Ya, y con los brillantes ¿qué harán?

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