Diario de León

Las masonas de León mutiladas por el franquismo

Palmira Menéndez, Quintina Mangas de Rodríguez y Emilia Villacampa son las tres mujeres leonesas que fueron investigadas por el franquismo por su pertenencia a la masonería. Las mujeres masonas analizadas participaron de manera activa y fundamental como agentes en la modernización ideológica finisecular, y lo hicieron en aquellos sectores que suponían el mayor cambio social, optando por la enseñanza laica y por la lucha de valores en igualdad; una proyección de futuro que les llevaría a abanderar un protofeminismo a finales del siglo XIX.

León

Creado:

Actualizado:

Por primera vez se aborda de manera integral el estudio de la masonería femenina y lo hace María José Turrión García en la obra El franquismo contra la masonería femenina . En esta obra, la subdirectora del Archivo de la Guerra Española, analiza la composición y actuación del principal actor responsable, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo y las conexiones que este mantuvo con otras instituciones y personajes que dieron lugar a una compleja red de redes de represión con la que se logró la asfixia de una parte de la sociedad civil considerada como la antiEspaña. Destaca María José Turrión que hay tres mujeres que pertenecieron a la logia Luz de León nº 57 en el siglo XIX. Dos de ellas pertenecían por pleno derecho en columna de adopción, es decir tuteladas por la logia masculina. Eran Palmira Menéndez y Quintina Mangas. Por su parte, Emilia Villacampa pertenecía a la columna de honor de la logia.

La pertenencia a una columna de honor de una logia se solía realizar con mujeres u hombres de reconocido prestigio cuando eran masones que visitaban una ciudad. En León eso ocurrió con Emilia Villacampa, hija del general Villacampa, masona perteneciente a la logia Díez Hermanos de Cartagena y una mujer de fama y prestigio en la época por la labor que había realizado en aras a la excarcelación de su padre. Coincidiendo con una visita a la León el 10 de mayo de 1890, la Logia Luz de León la introduce en su columna de honor. Cuando se le abre el sumario por masona en 1950, ni la Comisaría de Policía de León ni la Dirección General de Seguridad pueden informar sobre ella pues no era conocida en León. En realidad entre la fecha en la que se le abre el sumario y el año en que ingresó en la logia, habían pasado 60 años; el expediente será archivado provisionalmente hasta que sea habida.

A las otras dos masonas de la logia Luz de León no se les abrió sumario. La profesora admite que apenas se sabe nada de ellas. Palmira Menéndez adoptó como nombre simbólico  Luz, y tenía el grado 2º. Ingresó en 1889 a los 21 años y figura en columna de adopción hasta 1894. Esposa del masón Genaro Langarica de la misma logia que curiosamente sí aparece en el Tribunal de Represión de la Masonería. En cuanto a Quintina Mangas sabemos que nació en Fuentesauco, Zamora, el 31 de octubre de 1854. Ingresó el 7 de octubre de 1889, adoptó como nombre simbólico  Libertad, tenía el grado 3º. De profesión maestra.

Clotilde Cerdá. DL

Clotilde Cerdá. DL

María José Turrión revela que el franquismo no luchó contra las mujeres por su condición femenina. «Fue una confrontación y una subyugación dirigida contra las contrarias a las que consideraron enemigas», precisa. Añade que los golpistas decidieron cuáles estaban en el margen social, quiénes eran las diferentes, las que no participaban de los modelos de mujer que los sublevados querían reimponer y que la República había intentado enterrar con leyes como el derecho al voto femenino, la coeducación o el divorcio. «Ellas, las mujeres pertenecientes o cercanas al Frente Popular se convirtieron en ‘las otras’, un colectivo de gran tamaño que fue aherrojado de la sociedad y que no tuvo manera de ingresar en el modelo de sociedad franquista sino renunciando a su pasado, escondiendo sus ideales y sus heridas», lamenta.

Así, los discursos de Franco en las reuniones de la Sección Femenina demuestran hacia donde se dirigía el modelo de mujer y de sociedad que impulsaba el nacional catolicismo, definido perfectamente en el modelo de «ángel del hogar». Ese concepto fue utilizado, por ejemplo, en las prácticas deportivas de la Sección Femenina, con el ejemplo de películas de exaltación del nazismo como El triunfo de la voluntad de Leni Riefensthal. Con todo, una de las herramientas esenciales tanto en la represión como en la formación del nuevo régimen, es el aparato jurídico legal que se desarrolló. «En el caso de la masonería o el comunismo la promulgación de la Ley de 1º de marzo de 1940 y la creación del Tribunal del mismo nombre supuso represión y propaganda, pues la coerción y el miedo cayeron sobre una desamparada sociedad, ajironada tras la guerra, sobre la que no hubo la más mínima contemplación y las sentencias de este Tribunal eran publicadas en los boletines provinciales como aviso a navegantes», recuerda la profesora. Recuerda que este fue uno de los tribunales de jurisdicción especial de mayor duración, puesto que se prolongó hasta 1963, funcionando a pleno rendimiento, por lo que nunca dejó de estar en el imaginario social y se convirtió en una perpetua espada de Damocles que, en cualquier momento, podía caer sobre los masones.

La artista conocida como Stella Margarita. DL

La artista conocida como Stella Margarita. DL

Las mujeres de izquierdas fueron consideradas las enemigas a combatir. Formaba un amplio colectivo que abarcaba a republicanas, masonas, feministas, anticlericales, librepensadoras, intelectuales, artistas, obreras, comunistas, anarquistas o maestras y profesoras. «El miedo a la cultura, a las ideas, a la utilización de la razón y del pensamiento libre es una de las características de los estados totalitarios que, junto con la censura permiten crear una sociedad acomodada que, poco a poco se va mimetizando con el régimen, asumiendo como normal la ausencia de libertades», explica Turrión.

Las mujeres perseguidas se dirigían a un modelo de perfeccionamiento a través de la instrucción, tanto en la sociedad profana como en el mundo masónico y aspiraban a una sociedad más justa e igualitaria, donde se considera que no debe existir diferencia entre los derechos de los hombres y de las mujeres y donde la ayuda y la beneficencia constituyen un pilar fundamental en sus actuaciones; en su horizonte se vislumbra una sociedad donde el hombre camina hacia la perfección. La investigadora subraya que hay que distinguir dos grandes bloques de masonas: por un lado aquellas altamente preparadas intelectualmente como Rosario de Acuña, Aurora Bertrana, Carmen de Burgos, o Clara Campoamor. Escribieron en periódicos como El País, vivieron de sus trabajos, eran feministas, escritoras, republicanas que tuvieron una enorme obra y repercusión en su época.

Otro grupo menos conocido se dirigía más a la obra social a través de las logias masónicas y estaban menos preparadas a nivel de instrucción educacional pero fueron mujeres inteligentes que aportaron a las logias sus trabajos de gestión benéfica o de ayuda en la creación de escuelas laicas. En este segundo grupo abundan las esposas de masones.

Niñas juzgadas por el franquismo

En el libro se analizan hasta once expedientes abiertos a mujeres que eran niñas en el momento en el que fueron admitidas en la logia en su condición de lovetona, es decir niñas o niños que una logia adoptaba y tutelaba en su crecimiento, generalmente hija o hijo de masones. En estos casos y dado que las mujeres eran menores cuando se produce el hecho por el que se les encausa, se archivan provisionalmente los sumarios.

«No existe ninguna diferencia con respecto a los hombres en el proceso de instrucción o en la vista del juicio. Ese ‘ángel del hogar’, débil al que según el modelo nacional socialista habría que proteger no aparecía en los procedimientos del Tribunal». Es decir, no hubo ninguna consideración ni mejoramiento en la pena impuesta.

De las 300 mujeres acusadas de ser masonas tres fueron condenadas en rebeldía a la pena de 30 años de reclusión mayor y las accesorias correspondientes. Fueron Victoria Kent, Margarita Nelken y María Macías Pons. Solo esta última fue masona. Sobre las dos primeras recayó la máxima pena por el hecho de ser diputadas y políticas reconocidas. La mayor parte de mujeres fueron condenadas a la pena de 12 años y un día de reclusión y las accesorias correspondientes. Muchas condenas fueron conmutadas con la obligación de presentarse coda diez días a firmar en comisaría. «La mayoría de las encartadas tenían más de 60 años cuando fueron detenidas y muchas pasaban de los 80 y los 90 años puesto que, se afiliaron a la masonería fue a finales del siglo XIX», revela María José Turrión, que alade que algunas de ellas eran, además, pobres de solemnidad y estaban enfermas cuando acudieron a declarar, hasta el punto de tener que prestar su declaración postradas en cama. «De las 300 mujeres acusadas de ser masonas, solo eran 207», dice

En la obra, la profesora revela una frase fundamental. «De la masonería no quiero que quede ni la raíz», le dijo Franco al cardenal Gomá en una entrevista que mantuvo con él en 1938. Y, efectivamente, la lucha contra esta institución fue brutal. De hecho, comenzó en 1936 y se desarrolló en el tiempo hasta el final mismo de la dictadura. «Si la represión sumarial a más de 25.000 encausados por el Tribunal de Represión de Masonería y Comunismo por ser masones, tuvo un calado y unas consecuencias trascendentales para los hombres y sus familias, en el caso de las mujeres hay que introducir un vector de género de inusitada importancia», afirma.

No es una declaración baladí, y es que, como ella misma recuerda, muchas de las mujeres represaliadas habían sido masonas feministas, progresistas, publicistas, transgresoras, laicas, republicanas que, a través de la masonería vieron la posibilidad de realizar una lucha a favor de los derechos de las mujeres como el derecho al trabajo, a tener unas mejora en las condiciones laborales... «Lucharon por el derecho a una instrucción, e incluso participaron de un importante activismo obrero, por no hablar de la lucha por el voto, todo ello amparadas por la institución y la red de sororidad que se extendía entre las hermanas», recuerda. Por todo ello, el franquismo las obligó al silencio y vivieron con miedo y sin medios económicos para poder desarrollarse plenamente.

María José Turrión lamenta que con la quiebra de ese mundo se privó a la siguiente generación de tener los modelos referenciales de progreso, feminismo y memoria democrática, «un daño que ha quedado fosilizado en la sociedad y cuyos efectos se hacen visibles aún hoy en la sociedad actual».

tracking