Diario de León

TRADICIÓN

Revive cómo San Froilán llenó La Virgen del Camino de gente y esperanza

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León

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Fue una jornada para la historia, porque en este San Froilán se recuperó el despliegue festivo que aconteció siempre, sin los corsés de la pandemia. Superado ese trance, volvieron los  gestos tradicionales; sacarle brillo a la nariz del Santo, en la fachada sur de la Basílica de la Virgen del Camino, que también es tradición por la advocación mariana de la patrona de la Región Leonesa y el manto sagrado que ampara a la gente de esta tierra.

La puesta en escena también es apoteósica, con la hilera de pendones que enfila la entrada a la localidad de La Virgen, los carros y el gentío, en la exhibición más grande del concepto León , social, cultural y religioso, que ahonda en las raíces profundas del territorio.

Lo grande del día de San Froilán en La Virgen es que no hace falta promoción, como otros festejos políticos interpuestos; lo grande es el homenaje. Más de 200 pendones para honrar a León. 60.000 personas, según las previsiones, han desfilado hasta el alfoz en una jornada soleada. Pendones y carros engalanados, que el pasado domingo recorrieron el casco histórico, han subido hasta el santuario para cumplir con el rito. 

Allí se citaron los 190 pendones inscritos y medio centenar de carros engalanados que llevaron hasta los pies del santuario las ofrendas de los pueblos de León. 

La destreza de los pendoneros no está reñida con la fuerza. En ese caminar templado y paciente que acompañan pueblos enteros, luego reunidos en torno al mantel y la amistad, se advierten detalles que no  se pulen con el entrenamiento. La fiesta de San Froilán se resuelve con un pulso, del pueblo con la enseña que lo representa. Una vara de seis metros anclada en la punta de la barbilla, un chaval que sube al pendón, un hombre que iza la bandera sobre el pecho. Eso es León. 

Otro clásico del día de San Froilán son los perdones, que toman la forma de avellanas, fruto seco cotizado en el muestrario de la riqueza otoñal leonesa. Avellanas es el producto totémico de un mercadillo populoso por el que que pasan más de sesenta mil personas; entre el gentío, se crea un ecosistema apropiado para el pillaje. Los carteristas regresaron para hacer el agosto ante la afluencia de la muchedumbre.

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