Diario de León
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León

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alfonso garcía

Sé que llevas el caso y me gustaría que lo dejaras —pide el padre de Álex a Natalia—… Porque si no lo dejas, lo resolverás. Y entonces tendrás un problema». Se refiere a la reapertura del caso Alicia, la joven asesinada hace quince años en un monte de Cantabria. Y es que «alguien —dice Natalia— dejó un mechón de cabello de la víctima en mi buzón. Con un anónimo». Muy inquietante. Nada se debe desvelar ahora, porque ahí radica la intensidad creciente de la tensión. El lector seguramente sospechará de unos y de otros en un escenario de muertes, conexiones, sospechas, involucrados… «entre los nudos de aquel galimatías». Solo diré que en la investigación están Natalia (la inspectora Herreros) y Álex (el inspector Brul) —ellos se alternan, a lo largo de capítulos con su nombre, como narradores— y que este fue novio de Alicia hasta poco antes de su desaparición. También ciertas turbulentas historias de amor tienen cabida en el desarrollo del relato.

Estamos ante un amplio espectro social, en situaciones, personajes —hay excelentes definiciones de algunos—, relaciones humanas, entre ellas las familiares, contradicciones, impactos… Pero, sobre todo y para este lector, el ritmo creciente, la tensión progresiva, que no decae en una obra de larga paginación como esta, actitud que la adjetiva como muy interesante, todo ello propuesto como «ruedecitas dentadas de una maquinaria precisa». Si es verdad que la razón argumental de la historia, en la que no falta cierta acidez y crítica, genera una impecable tensión narrativa, no lo es menos que ocurre lo mismo con otras acciones paralelas. Seguramente todos se preguntarán en qué puede acabar la relación entre Natalia y Álex.

No es asunto para olvidar la prosa, ágil, convincente y directa, apoyada además en la abundancia de diálogos. Uno supone, por los resultados, que el conjunto es producto de un trabajo meticuloso.

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