Diario de León

El free jazz del teleclub

Rodrigo Martínez y Víctor M. Díez estrenan hoy en León

Víctor M. Díez y Rodrigo Martínez, este martes, en uno de los ensayos previos a la actuación de hoy en el Teatro El Albéitar. RAMIRO

Víctor M. Díez y Rodrigo Martínez, este martes, en uno de los ensayos previos a la actuación de hoy en el Teatro El Albéitar. RAMIRO

León

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Lugar: Teatro El Albéiitar.

Hora: 20.30 horas.

Entrada: 8 euros.

Si la vida tuviera banda sonora, que la tiene, Víctor M. Díez y Rodrigo Martínez podrían ser, lo son, sus trovadores o tal vez los biógrafos de una historia global con matrícula de León. Se mueven entre el pueblo más remoto y el kilómetro cero de las capitales y los conectan. Ahora tienen en marcha algo que coincide con esta idea y que les define: una creación sin vocación de ser clasificada en algún género. Que puede que sea el resultado del amor al escenario que ambos profesan y al que se suben cuando tienen algo que contar. Que es siempre.

Entre todas estas intenciones surgió La voz y el martillo , su último espectáculo, por situar el artefacto en el lugar de la creatividad y el cuento con compromiso. Juntos son Caja Baja, como un grupo teatral, musical, de investigación y creación. Y a partir del encargo de la Fundación Jesús Pereda de CC OO de Castilla y León les sirvió para poner sobre el escenario una historia sobre el trabajo, con múltiples conexiones. La voz y el martillo es para Víctor M. Díez algo tan concreto como difícil de definir: «Yo digo que es una obra antropoética, que es una palabra igual un poco rara, aunque anda por ahí en los libros», dice con la duda este actor, escritor, divulgador y más, que se podría definir como un animal escénico de los que suele ser él mismo el que carga con el argumento a contar en las tablas. Y es Díez, así, tal vez uno de esos imprescindibles de la cultura en León que, lejos de haberse quedado para protagonizar las oportunidades de una ciudad como esta, con los años ha demostrado que se quedó para hacerla más grande.

La voz y el martillo es un artefacto en el que Rodrigo Martínez y Víctor M. Díez crean un mundo literario y musical sobre el universo del trabajo. «Así, surge un compendio de música, textos y testimonios, en el que hemos procurado reflejar, con la mayor amplitud posible, todos los ámbitos del mismo: los oficios, las labores, las penurias, los rechazos, las protestas, las negaciones…», dicen.

La propuesta se cocina en directo. Cristaliza en un puñado de emociones no exentas de materia reflexiva. La estructura de la misma, siempre abierta a la improvisación de los actuantes, va adquiriendo una densidad por capas: de la alienación kafkiana del oficinista a la oscura memoria de los mineros y mineras de nuestra tierra, pasando por las labores de campo y sin olvidar la extrañeza de los nuevos contextos de autoexplotación y la fantasmagoría del teletrabajo en los tiempos actuales.

dos mundos en uno

Lo bueno de La voz y el martillo es que une dos mundos en uno, aunque ya hubiera muchas coincidencias entre Martínez y Díez. Por un lado, como afirma Víctor M. Díez, «en Rodrigo hay todo un trabajo de antropólogo y tiene reunido un material que es único», remarca sobre lo que ha recopilado pueblos arriba y pueblos abajo en donde encuentra la definición de lo leonés en base a sus expresiones culturales. Y, por otro, Víctor M. Díez, también próximo a todo esto del terruño, aporta cierta visión universal de la cultura, con lo urbano y lo que la metrópoli depara y que él suele luego expresar siempre que haya pasado por su tamiz creativo.

en el chigre

Así, no esperen en La voz y el martillo un elogio al trabajo como una manifestación de conformidad y agradecimiento. Si no, como en capítulos, partes emotivas y reivindicativas. Y asegura Díez, por ejemplo, en una parte dedicada a la minería, habrá lágrimas en los ojos en las tablas y en las butacas. Lo dice un vecino de Olleros al oír a Rodrigo Martínez cantarle a la mina. Ambos, nietos de tasqueros, saben que la vida se vivía en la calle. Caja Baja es un proyecto amplio, fruto de las experiencias de ambos. Y siempre con la libertad como una obligación. «Si se hiciera free jazz de teleclub ahí estaríamos», sorprende Víctor M. Díez al definir Caja Baja. Que viene de imprenta, por cierto. Como ellos descienden de ese ambiente de bar, de chigre, que quizás tenga algo que ver con estos, sus filandones futuristas.

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