Diario de León

De Nora, «el cantor de nuestra Arcadia»

Con motivo del 100 aniversario del poeta Eugenio de Nora, sus amigos y familiares han escrito un libro en su honor que fue publicado ayer en su Zacos natal. Tomás Álvarez, coordinador del proyecto, resume el legado del consagrado autor cepedano

Una de las fotografías del poeta que aparecen en el  libro. DL

Una de las fotografías del poeta que aparecen en el libro. DL

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Arcadia fue aquella región de la Antigua Grecia que los poetas del Renacimiento y del Romanticismo idealizaron. Era el paraíso bíblico, la utopía de Moro, la vida sencilla del pastor en comunión con la naturaleza, el buen salvaje de Rousseau. Era, en definitiva, una vía de escape que ofrecía felicidad y calma donde no había. «La desaparición de Nora, en mayo de 2018, fue un golpe emocional para todos los cepedanos. En los periódicos de otros puntos de España aquellos días se le definió como poeta ‘social’, pero quienes compartimos con él las raíces sentimos en su poesía otras profundas vibraciones y lamentamos su marcha de una manera especial: era el patriarca de nuestras letras, el cantor de nuestra Arcadia», declaró ayer el periodista y escritor Tomás Álvarez en el discurso de presentación de Eugenio de Nora. El oficio del cantor , un libro que ha coordinado el mismo Álvarez.

Esta obra es un homenaje al poeta cepedano Eugenio de Nora, fallecido en 2018 y que el año que viene cumpliría 100 años. Contiene una antología, fotografías inéditas, una biografía que ha desarrollado su propio hijo, Eugenio García Pac, y textos sobre el autor escritos por Rogelio Blanco, José Luis Puerto, José Enrique Martínez, Eloy Terrón, Antonio Natal y Ricardo Magaz.

Esa región idealizada no es otra que el territorio de su infancia: Zacos, Villamejil y Vega de Magaz, símbolos de los buenos primeros tiempos que se interrumpieron cuando llegó la tormenta: «Fui despertado a tiros de la infancia más purapor hombres que en España se daban a la muerte», plasmaba el autor en el poema Patria de España, pasión de vida (1954).

El paraíso, pues, es el pasado. Y ese anhelo se convierte en crítica de aquel presente en el que, tras la guerra, los poetas se dividieron en arraigados y desarraigados, según la denominación que ofreció Dámaso Alonso. Los primeros eran, según Tomás Álvarez, los que, evasivos, se «pasmaban ante el olor de una rosa», los segundos, entre los que se encontraba Eugenio de Nora, denunciaban «los crímenes y las atrocidades que estaban a la orden del día en la sociedad», señaló Álvarez, quien añadió que «en Nora hay un posicionamiento radical de lucha contra la dictadura. En ese posicionamiento un hito es su libro Pueblo cautivo, un libro anónimo. Llevaba una firma falsa ‘Carlos del Pueblo’. La policía de Franco anduvo investigando quién era el autor pero no lo descubrieron», «pero nadie supo que el autor era Eugenio, hasta que él lo reveló, en 1997». Ese mismo año, el autor señaló que no se sentía cómodo con la etiqueta de ‘poeta social’ en una entrevista a este medio: «Tendré una vertiente de esa poesía, pero no es lo esencial en mi obra».

Tomás Álvarez resumió dicha esencia como consecuencia del «amor hacia su tierra» como un recuerdo de «aquel mundo sencillo y humilde» que «reaparece una y otra vez, en ocasiones para describir un paraíso, otras para contraponerlo a un país y a un tiempo de plomo y sangre; a veces para compartirlo con la mujer amada», su esposa y madre sus hijos, Carmen Pac.

El potente símbolo de su tierra, que caracterizaba tanto a Eugenio de Nora, se revierte con la llegada de su 100 aniversario, y, ahora, se convierte él en símbolo de su tierra. Y el amor que transmitía en sus poemas, se convierte ahora en amor a su figura.

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