Diario de León

DE JUGADOR A ENTRENADOR

Un artista entre bambalinas

Apenas han pasado cinco meses desde que su telón del Palacio cayera para siempre poniendo fin a una carrera tan extensa como cargada de éxitos. Un salto al vacío que no todos los deportistas de élite son capaces de soportar. En su caso, el ‘mono’ se lo quita metiéndose en el traje y la piel del entrenador del ULE Ademar y de otro equipo infantil del club. Es la nueva vida del eterno Juanín García 

Juanín trabajando con la base. MARCIANO PÉREZ

Juanín trabajando con la base. MARCIANO PÉREZ

León

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Dicen quienes han vivido las mieles del éxito deportivo al más alto nivel que asomarse al abismo de la retirada produce una sensación de vacío, angustia e incertidumbre para la que ninguno acaba de estar preparado nunca. Un ‘partido’ imposible de entrenar al cual todos irán convocados tarde o temprano sin importar lo que marque el DNI. Cada uno se ‘quita el mono’ como puede. Juan García Lorenzana —Juanín— lo intenta desde el banquillo dirigiendo al filial ademarista, aunque su particular proceso de desconexión todavía anda en pañales. Un artista que por lo que cuentan algunos de sus pupilos —y más de un excompañero de equipo— se mueve tan bien entre bambalinas como lo hacía sobre el escenario.  

El 25 de mayo de 2019 quedará marcado para siempre en su retina —y en la de tantos amantes del balonmano— aunque su mirada aún triste cuando se le pregunta por aquella última tarde de gloria en el Palacio deja patente que la herida no ha acabado de cicatrizar. «Hay una mezcla de tristeza y agradecimiento a la afición, pero tendrá que pasar mucho tiempo hasta que pueda verlo con perspectiva como un recuerdo feliz». Él quería seguir. Su cabeza se lo pedía —aún hoy se lo insinúa de vez en cuando— pero le bajaron el telón. «Entrenar me está ayudando a aceptar esa transición entre el deporte de élite y la retirada. El cambio no ha sido tan brusco porque al final sigo en el Ademar y en León. Imagínate que hubiera acabado mi carrera en otra ciudad y de pronto ahora me vengo aquí y no tengo nada, sería más difícil. Quieras que no, el seguir vinculado al club e incluso al primer equipo ayuda», confiesa el eterno ‘6’ del conjunto leonés.  

Apenas han pasado cinco meses desde aquel multitudinario adiós a las pistas, pero lo cierto es que las rutinas del todavía máximo goleador histórico de la Liga Asobal y de la selección española han cambiado bastante. Ahora la mayor parte de sus quehaceres lo ocupan el ULE Ademar y otro equipo de la base marista. No duda un segundo a la hora de admitir que lo más difícil de esta nueva vida es no competir. «Después de tantos años jugando y entrenando se echa de menos. Cuando hay partidos con el filial y alguno me dice ‘hazte ficha para ser entrenador-jugador’ le digo que no. Pero algunas veces por ganas me metería».  

De momento le gusta ese sabor amargo que desprende el banquillo. Tiene carácter. Entrenar le ayuda a domarlo. Verse cara a cara con jóvenes que han mamado las raíces del club desde niños como hizo él, le reconforta. Pero huye del dichoso cliché que obliga a ir quemando etapas. Por ahora no quiere ver más allá de sus narices y el salto a la Asobal se antoja lejano. «Si ya es difícil entrenar a un equipo de Primera Nacional con chavales de 18 años imagínate dirigir uno profesional con jugadores de mucha experiencia. Me gustaría seguir entrenando y si en el futuro llega una oportunidad no diré que no. Pero a día de hoy no es algo que me obsesione. No me pongo una fecha. Ahora mismo estoy feliz aquí intentando aprender y aportar lo que pueda».  

La relación con la directiva del Ademar es «cordial». Hubo un desencuentro cuando la pasada campaña decidieron no renovarle por una temporada más, pero no guarda rencor a nadie. «Nos vimos en verano para planificar cuál sería mi papel en la cantera y fue ahí donde me propusieron dirigir al ULE y también a un equipo infantil. Acepté, llegamos a un acuerdo porque yo quería seguir en el Ademar y ellos también que continuase».  

Se llegó a comentar que fueron varios los equipos que llamaron a su puerta para mantenerle ‘enganchado’ al balonmano de primer nivel como extremo, pero Juanín lo desmiente. «No hubo una oferta de ningún otro club para seguir jugando un año mas y tampoco la hubiera aceptado. Tenía claro que o era en el Ademar o no tenía sentido seguir», zanja.  

 

Cadenas y Pastor, referentes

A la pregunta de quién ha sido el entrenador que más le ha marcado en su extensa carrera no tiene dudas; Manolo Cadenas. «Es el técnico que más ha influido. Al fin y al cabo fueron diez años con él en el Ademar y casi otros dos en el Barça. La manera de ver el balonmano —dinámico y agresivo— es un poco lo que yo busco ahora con los chicos. Piensa que me cogió con 17 años, en mis inicios, y estuvimos juntos hasta tiempo después. Otro técnico al que guardo un especial cariño es Juan Carlos Pastor. Me parece un tío que entiende mucho y lo transmite como pocos. Marcó una tendencia en el Valladolid de cómo se juega al balonmano moderno que incluso hoy sigue vigente». De ellos y de otros tantos ha ido forjando su propio estilo. Ahora, parte del Juanín entrenador se siente como aquel niño enclenque al que apenas le entraba un balón en la mano pero a quien nadie se atrevía ni siquiera a insinuar que no podía. Él siempre creyó que podía. Otros simplemente le vieron volar. Pero de nuevo toca empezar de cero. Reinventarse. Otra vez...  

Tiene claro que su estilo de juego ha de ser —sobre todo— dinámico. «Quiero que corran pero a veces me cuesta porque es difícil que tengan ese desparpajo cuando cambian tantos jugadores de un año para otro. Busco que haya contraataques sí, pero que parta todo desde la defensa. Si no se defiende bien es difícil que lo demás salga. Luego arriba me gusta ser muy táctico y que guarden los detalles. Muchas veces, aunque metan gol, les digo que lo han hecho mal y me miran como si hubiese perdido la cabeza. Pero es en el detalle donde se puede mejorar. Y luego también pretendo que entiendan que llevan la camiseta del Ademar. Aquí no se bajan los brazos ni se da un balón por perdido jamás».  

Sin un compañero de aventura que le eche un cable en el banquillo, ‘el Artista’ camina en el alambre cual funambulista sin red. «Preparo entrenamientos, concerto partidos, grabo con la cámara para repasar después los vídeos, organizo los viajes e incluso llevo los bocadillos... ( risas ). Pero lo hago con mucho gusto. De momento estoy yo solo. Es difícil. La inexperiencia hace que a veces me ponga más nervioso de lo normal, pero no soy de los que se pasan tres pueblos. Les exijo, porque así es el deporte. Piensa que hay jugadores que están a un paso del balonmano profesional. Una reprimenda de vez en cuando nunca viene mal».  

Insiste en que el salto de amateur a jugador profesional no todo el mundo está dispuesto a soportarlo. Casi como en la cita bíblica, muchos son los llamados y pocos los elegidos. Desde su punto de vista, entre ese puñado de aspirantes se cuelan nombres como el de Casqueiro y Lodos —a quienes considera del primer equipo aunque bajen a jugar partidos con él— o juveniles como Antonio Martínez, Darío, Álvaro Fernández y Carlos. «Estos últimos son de primer año, hay que guardar los tiempos con ellos porque con el ‘balonmano de verdad’ están empezando».  

A ratos —siempre que Cadenas se lo pide— también echa un cable al primer equipo. «Voy de vez en cuando a hacer entrenamientos específicos con los extremos, sobre todo lanzamientos, estrategia y defensa». Con los ‘veteranos’ del vestuario guarda la misma relación de siempre. No se ven a diario, pero el respeto y la amistad no entienden de nuevas etapas. Donde apenas se deja ver es en los partidos. Los entrenos se lo impiden casi tanto como un alma aún en carne viva.  

De los nuevos fichajes le ha sorprendido gratamente Erwin Feuchtmann, aunque admite que todos están a un nivel impresionante. Lo mismo que Jaime —al que ve en la selección absoluta no tardando— y David Fernández, que «sin competencia juega mejor, se ha liberado y lo está haciendo muy bien». Tiene un homenaje pendiente de la Federación Española de Balonmano. Pero no le corre prisa. Como tampoco el subir más rápido de la cuenta. Su vida, como la de todo genio sin lámpara, sigue ahora como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

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