Diario de León

Dónde ir

De paseo por Oseja de Sajambre

La senda del Arcediano invita a recuperar las huellas de los arrieros que atravesaban el valle desde la linde del cordal en Asturias para comunicar con Castilla. La ruta se divide en dos tramos que se pueden hacer de manera separada: desde Pontón a Oseja y, desde allí, en un fácil paseo familiar, hasta enlazar con Soto de Sajambre

No hay descanso para la vista de los hayedos, robledales y prados ganados  al monte. RAMIRO

No hay descanso para la vista de los hayedos, robledales y prados ganados al monte. RAMIRO

León

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El tránsito de un lado al otro del cordal de los montes describe una historia de rutas en las que el hombre dejó su huella de paso como testimonio vital. El ir y venir definió caminos de encuentro como el que surca los puertos de Beza y Pontón, desde el oriente astur hacia la meseta castellana, el valle de Sajambre mediante, con las marcas de los carros de los arrieros como guía de esa Senda del Arcediano que invita a visitar Oseja para disfrutar de su inmenso patrimonio natural.

La senda, documentada ya en el año 973 como «la vía de Sajambre», se rebautizó del Arcediano por la intercesión de Pedro Díaz de Oseja. Hijo del valle y arcediano de Villaviciosa, dejó escrito en su testamento que cada año se dieran de sus bienes 20 ducados para aderezar este camino, como citan Elena E. Rodríguez Díaz y Guillermo Mañana Vázquez en su libro «El concejo de Sajambre. Historia, paisajes y caminos», en el que detallan que el concejo sajambriego «escribió parte de su historia» sobre esta calzada, «con sus tráficos locales desde luego, pero sobre todo con la actividad conocida como ‘ir a Campos’».

Ese tránsito, sin mercancías de madera que llevar, ni carros en los que portarlos, invita a recuperar las huellas en los 13 kilómetros que discurren por el municipio de Oseja de Sajambre. Repartida en dos tramos, la ruta, bien señalizada y balizada para que el viajero no se pierda, nace en el puerto Pontón, a 1.296 metros de altitud. No se espere el visitante una trocha, ni mucho menos, sino un camino que fue calzada romana, como atestigua el empedrado que todavía asienta parte de su marca. Desde este alto la senda se abisma en un descenso hacia Oseja en el que la umbría de los hayedos da una tregua al caminante, que puede asomarse al frescor que ofrece la riega Junsella, que sumada a la del Infierno dan cauce al río Sella. Los atractivos entretienen el paso hasta que, después de 3 kilómetros de bajada, en el entorno del paraje de los Escobales, se cruza con la carretera.

Apenas será un kilómetro en el que la senda conviva con el asfalto, pero se debe poner atención para que evitar el peligro. Olvidados los vehículos, en Los Trabanzos la senda vuelve a su ser original. El viajero puede disfrutar de los invernales que dan testimonio de la herencia ganadera de esta tierra en la que las praderas alimentan reses de una calidad superior. No conviene perderse las matas de robles, en las que despuntan ejemplares como el roblón del Prau Barrial, mientras el descenso avista la base del valle. El fondo lo apunta el puente del Vao, desde el que el caminar despreocupado en descenso cambia por una subida prolongada en la que se puede observar cómo el hombre le ganó terreno al monte para apacentar al ganado.

En Entramboscaminos, como desvela el nombre, la Senda del Arcediano se cruza con el antiguo camino de Valdeón, pero no conviene tomarlo si no quiere perderse el caminante el escaparate que se le abre ya cerca de Oseja. Con viene hacer una parada en el pueblo y disfrutar de sus atractivos arquitectónicos y gastronómicos.

El segundo tramo comunica Oseja con Soto de Sajambre, de apenas 4 kilómetros y que puede hacerse por separado, sin apenas dificultad, en familia, como un paseo, en cualquier época. El paso se inicia desde la ermita de San Roque, desde donde la ruta se encamina para atravesar el río Buseco y subir en busca del collau la Corona. La encrucijada que se abre la resuelve la Senda del Arcediano con seguir recto, en descenso hasta el río Agüera. Al fondo espera Soto. Más allá la etapa embarca al viajero hacia La Portillera Beza, en la linde del cordal.

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