Diario de León

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De Viaje a San Adrián del Valle

En el límite sur de la provincia de León, se encuentra un municipio cuyas bodegas, más de 600, son fiel testigo de un pasado floreciente marcado por la producción de vino. Aquí se encuentra la mayor bodega de Europa excavada en la tierra. Arquitectura tradicional, sendas y veredas, medio rural en estado puro para disfrutar

En el centro de estas páginas la entrada a la impresionante bodega del médico Baltasar Otero, considerada la más grande Europa; en la página de la izquierda, arriba imagen de la iglesia de San Adrián del Valle, bello ejemplo de la arquitectura religiosa popular; abajo, varios vecinos en una de las calles del pueblo. Sobre estas líneas se observa los restos que quedan de un fábrica de licores; abajo, se ve un palomar ubicado en las inmediaciones de la localidad, en medio de los campos ideales para el paseo a pie o en bicicleta

En el centro de estas páginas la entrada a la impresionante bodega del médico Baltasar Otero, considerada la más grande Europa; en la página de la izquierda, arriba imagen de la iglesia de San Adrián del Valle, bello ejemplo de la arquitectura religiosa popular; abajo, varios vecinos en una de las calles del pueblo. Sobre estas líneas se observa los restos que quedan de un fábrica de licores; abajo, se ve un palomar ubicado en las inmediaciones de la localidad, en medio de los campos ideales para el paseo a pie o en bicicleta

León

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Enclavado en el extremo sur de la provincia de León, en mismo límite con la de Zamora, se encuentra la localidad de San Adrián del Valle, una localidad donde sus bodegas hablan de un pasado floreciente marcado por la producción de vino en un medio rural donde hace casi un siglo la vida fluía a borbotones.

Dicen que en este pueblo hay más bodegas que habitantes. Y no les falta razón. Seis por cada uno. Hasta 600 cuevas se conservan, muchas en estado de abandono, pero siendo testigo vivo de la pujanza que tuvieron en su día, mientras que el censo de población apenas llega a las 100 personas.

Aquí se encuentra la que es considerada la mayor bodega de Europa. Al llegar a sus puertas uno no puede imaginar, ni remotamente, lo que se encontrará en su interior, aunque una placa en la fachada, advierte de que ésta, la fachada actual, se construyó en 1918. Al abrir sus puertas aparece ante los ojos un tesoro, un museo escondido en las entrañas de la tierra. Todo está como hace más de 70 años, cuando cesó su actividad.

Todo sorprende por su tamaño. Las estancias, las cubas, los pasillos... son inmensos. Unas instalaciones de unos 6.000 metros excavados a mano para la producción de vino. Cuenta con una cuba de madera de 112.000 litros y un depósito en arcilla de un millón, más otros dos de cemento de 300.000 cada uno.

Cuentan que en su época de máxima producción salían de aquí 1.280.000 litros al año y contaba con unos 40 trabajadores de forma permanente que se multiplicaban en tiempos de campaña.

La uva se movía en su interior con vagonetas. Hoy se pueden apreciar en perfecto estado los raíles que recorren toda la cueva. Hasta existió un proyecto de construcción de un ramal de vía de tren de 8 kilómetros para conectar con la línea de la Ruta de la Plata y así dar salida a la producción que se distribuía, principalmente, a la montaña leonesa y a Asturias. También dicen que a esta bodega fue donde primero llegó la luz eléctrica en la localidad.

La bodega era propiedad del médico Baltasar Otero que, incluso, llegó a construir su propia clínica en el pueblo. A su muerte, hace más de 70 años, todo quedó abandonado, pero la bodega aún sigue aquí y puede visitarse poniéndose en contacto con el Ayuntamiento.

En tantos años de vida, no podía faltar alguna historia, convertida ya en leyenda con el paso del tiempo. Cuentan que en la década de los cincuenta del siglo pasado, un día de San Antonio se mascó la tragedia. Los vecinos se encontraban bailando en la plaza del pueblo cuando vieron que de las bodegas llegaba una riada de vino. Nadie sabía que estaba ocurriendo. Cuando se acercaron al lugar, a más de 300 metros de la plaza, descubrieron que una parte de la bodega se había caído y uno de sus depósito reventado. Aún hoy, en el interior de la cueva se aprecian las barricas que quedaron atrapadas en la tierra. Fue una suerte que el accidente tuviera lugar en un día de fiesta y no hubiese nadie trabajando en la bodega porque hubiera sido una tragedia.

Pero San Adrián del Valle ofrece otros muchos atractivos que bien merecen una visita en éste en cualquier otra época del año. Su iglesia, con su torre en forma de espadaña hecha en piedra, símbolo de la arquitectura tradicional, sus calles y plazas que destilan sosiego y tranquilidad, sus campos con ligeras ondulaciones en el terreno donde reinan la perdiz, la liebre o el conejo, sus veredas en arrollos, sus sendas para el paseo a pie o en bicicleta... en definitiva, medio rural en estado puro, tierras que reclaman un futuro acorde con su pasado en un mundo actual que ha olvidado de donde viene.

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