Muy insolidarios

No debería ser necesario insistir tantas veces en que todos los derechos civiles y políticos son limitados porque los ciudadanos no somos entes aislados sino individuos sociales, en contacto con los demás. Y, por consiguiente, aunque sea lógico que se plantee la libertad de vacunarse o no frente a una amenaza de pandemia, no es ningún disparate la decisión colectiva, a través de los órganos democráticos correspondientes, de aislar a aquellos objetores que decidan no vacunarse y que, con objetividad científica, puede ser ellos mismos focos de contagio para el resto de la población. En Austria (8,9 millones de habitantes) se ha vacunado solo el 65% de la población (mientras en España supera el 79%), porcentaje que ha sido calificado de «vergonzosamente bajo» por el canciller austríaco, quien ha justificado así que se hayan adoptado medidas que limitan la movilidad de los dos millones de personas que no han querido inmunizare. No hay razones para permitir que los insolidarios, que no entienden que vivir en sociedad tiene servidumbres, agraven la tragedia que en todo caso ya hemos padecido y estamos padeciendo todavía.