Diario de León

Tres de cada diez asesinos machistas acaban quitándose la vida tras el crimen

Los expertos no creen que se suiciden porque les pese la culpa, sino por la falta de control

Campaña contra la violencia de género desarrollada en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada, en di

Campaña contra la violencia de género desarrollada en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada, en di

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Los dos últimos asesinos machistas acabaron suicidándose tras matar a sus parejas. El pasado domingo, la Policía encontró en una vivienda de Benidorm el cadáver de una mujer de 67 años cuando se disponían a notificarle que su marido había perecido en un accidente de tráfico. Él la había apuñalado antes de estrellar su coche contra un camión. El lunes, Raquel Carrión, de 32 años y madre de dos hijos pequeños, fue hallada muerta en su domicilio de Palencia cuando la Policía le iba a comunicar el fallecimiento de su pareja, arrollado por un tren. Las investigaciones apuntan a que tras estrangularla con una correa el criminal abandonó el piso y se arrojó a las vías.

Ambos casos ponen sobre la mesa una cara tan fea como escasamente conocida, la de los hombres que se suicidan tras asesinar a sus parejas, una realidad que, en lo que llevamos de año, ha ocurrido ya una decena de veces.

De las 33 mujeres asesinadas por violencia de género en 2022, en diez casos sus verdugos acabaron con su vida, y en uno más, lo intentó. Algarinejo, Pozuelo de Alarcón Maqueda, Lloret del Mar, Tomelloso, la calle Serrano de Madrid (donde un aristócrata mató a su mujer y a una amiga antes de quitarse la vida), Dos Hermanas, Albuñol... han sido escenarios de estos episodios, y así hasta diez suicidios, el 30,3% de todos los crímenes machistas de 2022, el mismo porcentaje que en 2021.

No hay un estudio científico que haya analizado en profundidad la combinación de violencia de género y suicidio. Y los expertos tampoco ven un patrón definido que permita sacar una conclusión definitiva. Pero coinciden en que estos criminales responden al perfil de un hombre inseguro e inestable emocionalmente, muy impulsivo, conflictivo con los demás y consigo mismo, más temeroso de la condena penal que de la social, y que sienten que su vida carece de sentido tras perder el control sobre su víctima, una vez que la han asesinado.

Lo cree así Nuria Cordero, especialista en psicología forense y experta en violencia de género, no cree que estos individuos se borren de la vida por un supuesto sentimiento de culpa. En algunos casos no reconocen el daño infligido «y por lo tanto no asumen esa responsabilidad», y recuerda que los criminales «muestran limitaciones en la empatía y analfabetismo emocional» y por ende «minimizan la responsabilidad y la culpa». Cordero apunta a que la marcada inestabilidad emocional de estos sujetos junto a su impulsividad y su conflicto interno son factores de riesgo que promueven la conducta suicida.

«La base de la conducta machista es la inseguridad», apunta Timanfaya Hernández, psicóloga sanitaria y forense.

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