Diario de León

La moción de censura que sirvió para algo

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La moción de censura de Vox activó un adormecido Parlamento que estaba siendo sustituido por el activismo en las redes sociales y las performances de los equipos de comunicación de los partidos. Abascal no consiguió echar a Sánchez de la Moncloa pero introdujo en la sede de la soberanía nacional una dinámica política y una adrenalina necesarias para que los líderes recuperasen el parlamentarismo más genuino que les diferencia de la moda de la simplificación y la propaganda tuitera. Y, sorprendentemente, la mayoría de los diputados utilizó un lenguaje claro, directo, comprensible.

Sánchez se olvidó de su querencia a los brochazos propagandísticos para cuajar un tono comedido que podía llegar a recordar al viejo estilo socialdemócrata de sus predecesores. Inés Arrimadas fue creíble en su apelación a romper la burbuja de la crispación. Hizo un discurso respetuoso con el candidato de Vox, sin renunciar a una crítica afilada como un bisturí, y con argumentos cargados de sentido común. Y el duelo Casado-Abascal ofreció los mejores momentos de un parlamentarismo por momentos escrito, por momentos improvisado, pero franco y sincero que destilaba dos enfoques antagónicos de la derecha española.

Pablo Casado aprovechó la oportunidad para cortocircuitar la celada que le habían preparado Abascal, Sánchez e Iglesias. Se convirtió en el foco de atención de los medios y del Parlamento y acertó a trocar el guión que le colocaba a la defensiva en una suerte de discurso de principios para recuperar la identidad del PP. Había asegurado que la moción no servía para nada, pero en eso se equivocó.

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