Diario de León

Sánchez y Casado ahondan su hostilidad y dan al traste con la posibilidad de pactos

El presidente del Gobierno y el jefe de la oposición ajustan cuentas en un tenso debate en el Congreso de los Diputados

Pedro Sánchez sube a la tribuna del Congreso de los Diputados ayer, durante el debate. J.J. GUILLÉN

Pedro Sánchez sube a la tribuna del Congreso de los Diputados ayer, durante el debate. J.J. GUILLÉN

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Llevaban meses sin medirse en un pleno del Congreso, desde junio, cuando se aprobó la última prórroga del estado de alarma, pero el paso del tiempo no ha enfriado la mutua animadversión que se guardan Pedro Sánchez y Pablo Casado. El presidente del Gobierno y el líder de la oposición pusieron ayer al día su catálogo de reproches y descalificaciones. Polemizaron hasta por la Navidad.

Aunque sea un tópico, el debate de hoayery en el Congreso sobre los últimos consejos europeos y la gestión de la pandemia fue una reedición del día de la marmota en su versión áspera. Novedades, pocas, quizás el aviso del presidente de un endurecimiento de las restricciones de movimientos y de reunión durante las fiestas navideñas, como en otros países europeos de referencia, si empeora la evolución de la covid-19. Por lo demás, nada nuevo. Sánchez hizo un balance optimista, triunfal por momentos, de la gestión gubernamental de la segunda ola de la pandemia y del plan de vacunación. Casado negó a su interlocutor el pan y la sal, detalló la, a su entender, retahíla de mentiras del presidente, y no admitió que se apuntara ni un solo acierto.

Como suele ser habitual en estos debates parlamentarios, la pandemia fue lo de menos, y los consejos europeos casi ni se mencionaron. El presidente del Gobierno afeó al dirigente del PP que se oponga a todo lo que proceda de la Moncloa, con capítulo especial para el Consejo General del Poder Judicial y su bloqueada renovación. Casado hurgó en la herida de las diferencias domésticas del Gobierno de coalición. Lo equiparó con «un caballo desbocado», «una jaula de grillos» y «el camarote de los hermanos Marx».

Un chascarrillo, además, proporcionó munición al líder de la oposición para apuntalar su argumento de que la cohabitación entre socialistas y Unidas Podemos es un pandemónium. Mientras el debate se calentaba en el hemiciclo, Pablo Iglesias y la ministra de Hacienda salieron a conversar en los pasillos de la Cámara. En un momento de la charla, algún testigo escuchó a María Jesús Montero soltar al vicepresidente: «No seas cabezón». Un comentario que para Casado era el paradigma del clima de enfrentamiento que reina en la coalición gubernamental.

Desde el entorno de Iglesias y de Montero intentaron restar relevancia al asunto. Hablaban de desahucios y de cortes de agua y luz. Fue en tono «amistoso, simpático, coloquial. Se llevan bien», dijeron fuentes próximas a los dos. Pero dio igual. La frase, para la oposición, era el cañón humeante de la bronca en el Gobierno, y Casado la elevó a categoría de crisis.

Fuera un enfrentamiento o una anécdota, dio una idea cabal del tenor de un debate en el que aparecieron, como no, ETA, el franquismo, las amenazas de golpe de Estado y los presos del ‘procés’, pero también actores invitados, como Turquía, Marruecos, el Polisario y el Sáhara, el peronismo, el cesarismo, la república vasca, los inmigrantes y hasta el club de la comedia Ya lo dijo el portavoz del PNV, Aitor Esteban: «Vaya porrusalda de debate. Al final, todo el mundo acaba echando algo de aquí, algo de allá».

Y es que el plato de puerros y patatas admite ingredientes añadidos, como el debate de ayer sobre la pandemia, en el que se tocaron todos los palos de la actualidad política, vinieran o no a cuento.

Casado reprochó a Sánchez su escasa empatía con los enfermos y los familiares de las víctimas de la covid-19. «Baje usted del Falcon, toque tierra, mire a los ojos a los médicos, a las familias (..,.) y venga aquí a dar la cara como hace Angela Merkel y sienta de verdad, como ella, con lágrimas, lo que está pasando en este país». Se refería a la reciente e intensa intervención de la canciller alemana ante los gobernantes de los länder para exigir medidas más restrictivas por la elevada cifra de fallecimientos.

«¿Sabe cuál es su agenda? Es una agenda lunática, con problemas fantásticos», contestó el presidente del Gobierno. El drama de Casado, prosiguió Sánchez, es que «la realidad de España va por un lado y usted va por otro» porque ve peligros y amenazas donde no los hay en su empeño por competir en tremendismo con la ultraderecha. Pero Casado no se amilanó: «En Alemania llora una estadista, en España se ríe un frívolo, usted». El líder de la oposición insistió en los riesgos que ha contraído el Gobierno con los socios que apoyaron la aprobación de los Presupuestos y que, subrayó, solo buscan «la liquidación» de España. Un diagnóstico que repitió en numerosas ocasiones a lo largo del debate.

Sánchez, en un tono entre hastiado y sarcástico, replicó que «en España hay libertad y Constitución para rato, así que no va a haber ni dictaduras social-comunistas-bolivarianas-judeomasónicas ni dictaduras fascistas avaladas por aquellos socios (Vox) con los que gobiernan en distintas autonomías».

LA AGENDA MARCIANA DE VOX

El presidente del Gobierno también tuvo que escuchar duras críticas de los portavoces de Vox y Ciudadanos. Abascal reclamó la convocatoria inmediata de elecciones porque «cada día que ilegítimamente ocupa el banco azul (del Gobierno) crece la miseria, la desesperanza y la enfermedad». Pero Sánchez no quería cuerpo a cuerpo con el líder de la extrema derecha, y le despachó con otra alusión astronómica. Su agenda, dijo, es «marciana».

Inés Arrimadas, que tras la ruptura presupuestaria ha cambiado la cordialidad por tirantez, echó en cara al presidente del Gobierno su «altanería» y que haga «la pelota» a Bildu y Esquerra mientras maltrata a las fuerzas constitucionalistas. Sánchez, sin cargar en exceso las tintas, aconsejó a la líder de Ciudadanos que «se prepare mejor los temas». Aprovechaba así el patinazo de Arrimadas de reclamar un plan nacional de vacunación que ya ha sido aprobado por el Consejo de Ministros.

Sánchez quería ajustar cuentas con el líder de la oposición, y se notó porque el resto de los portavoces fueron casi convidados de piedra. A los aliados presupuestarios, les agradeció su cooperación, y a los que votaron en contra, les reprendió. Así se divide el tablero político para Sánchez, antes y después de los Presupuestos.

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