Diario de León

ENTREVISTA

Julio Llamazares: «La literatura es el consuelo de la vida»

Julio Llamazares. DL

Julio Llamazares. DL

León

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Un periodista regresa al lugar en el que comenzó su vida profesional para solucionar un misterio literario que Julio Llamazares convierte en una reflexión sobre el misterio de la vida y de la creación. Vagalume, la primera novela del escritor desde Distintas maneras de mirar el agua, es un ejercicio de reflexión poética que demuestra que la existencia es un bucle de enigmas que tratamos de responder sin demasiado éxito. «Deja claro que la historia no se desarrolla en León», advierte.

—¿Cuántas preguntas te quedan por contestar o reflexionar?

—Seguiré haciéndome preguntas hasta que me muera porque al final siempre ocurre lo mismo, que cuando ya sabemos todas las respuestas nos cambian las preguntas. La vida es un enigma, no ya la muerte. En Escenas de cine mudo, la primera frase es que la pregunta no es si hay vida después de la muerte sino si hay vida antes de la muerte.

—¿Qué sentido tiene todo?

—Exacto, tanto si eres religioso como si no. Si eres religioso y sabes que hay una vida mejor ¿Por qué te agarras a esta? Y si piensas que no hay nada, tampoco esto tiene mucho sentido. Entonces, si la vida es un enigma, la humanidad seguirá haciéndose preguntas. Antonio Machado tiene una frase demoledora, a medida que me hago mayor tengo más dudas y menos certezas. A mi me ocurre igual.

—La pregunta con la que comenzaste a escribir ‘Vagalume ‘llevabas tiempo haciéndotela.

—Todos nos preguntamos qué estamos haciendo con la vida, como en la canción de John Lenon que dice que la vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes. En esos meses que pasé en León para escribir el libro me asomaba a la ventana y veía que la vida pasa y yo estaba fuera del mundo reflexionando sobre él. Te planteas qué sentido tiene tu vida, no porque no te satisfaga. La proyección de tu pequeño mundo se quiebra cuando sales al gran mundo y te das cuenta de que eres un marciano, y el río va por otro lado.

—¿Qué te mueve a ti a escribir?

—No he llegado a ninguna conclusión salvo que seguiré escribiendo toda mi vida porque escribir es una enfermedad que solo se cura escribiendo, una adicción como cualquier otra, y es tu manera de estar en el mundo. En los años ochenta una revista francesa hizo la misma pregunta a varios escritores: ¿Por qué escribe usted? Hubo respuestas para todos los gustos, pero de todas ellas a mi me impresionó una de Stephen Vizinczey, que decía que sólo sabía que siempre había sido un gran mentiroso. A mi me impactó porque yo también lo era de niño. Y es que lo que hace un escritor es contar mentiras que la gente compra porque busca en ellas entender mejor la verdad o soportar la verdad y, al final, un escritor no es más que un mentiroso que se niega a dejar de mentir después de la infancia. Me contaba Luis Mateo Díez que él era igual, solo que con más bis comercial, porque él hacía cuentos que vendía a los compañeros de clase.

Foto: BENITO ORDÓÑEZ

Foto: BENITO ORDÓÑEZ

—De hecho, tú siempre dices que la mentira sobrevive a la verdad.

—Madame Bovary no existió pero sigue viva y, sin embargo, nadie se acuerda de quién fue el rey de Francia. O Don Quijote, ¿Quién era el rey de España? Don Quijote sigue cabalgando por España porque es un arquetipo de los sueños, de la fantasía de todos, como Hamlet, como Otello o Ulises deseando volver al origen. Al final los personajes de ficción tienen mucha más vida que los reales.

—Me has dicho por qué escribes, pero ¿Para qué?

—Pues probablemente para soportar la vida y vivir mejor, porque lo que sí te permite la escritura es estar solo y pensar y sentir más. Escribes para estar solo y para tratar de entender el misterio de la vida.

—’Vagalume’ es una novela de misterio, tu primera novela de misterio.

—Si, y lo es no solo porque cuenta una trama de suspense sino porque debajo de esa trama se reflexiona sobre el misterio de la escritura y de la vida. Son todos escritores que han dedicado su vida a la pasión o a la necesidad de escribir.

—Un amigo mío poeta me dijo una vez que no había un premio por vivir, que vivir es el premio. ¿Algo así te pasa con la literatura?

—Está muy bien dicho. Yo estos días digo una frase de la novela, que escritor es aquel que escribiría aunque nadie le leyera. Mircea Cartarescu decía que él seguiría escribiendo si se muriera el último lector de la Tierra porque esa es su manera de vivir.

—Antes los escritores eran marginales, ahora son como un objeto de lujo.

—Ahora parece que da prestigio, glamur... Una vez le hice una entrevista a Camilo José Cela y me dijo que él había dignificado el oficio porque cuando comenzó a escribir, lo peor que podía pasarle a una señora decente era tener a un escritor por yerno. Y ahora todo el mundo escribe. A cualquier banquero le meten en la cárcel y te escribe una novela, como las folclóricas. En una librería generalista el 99% de los libros no tienen nada que ver con la literatura. En la feria del Libro las colas de las casetas van en proporción inversa a la calidad literaria. Los lectores nos miran con pena. Es como el chiste de El Roto, ese en el que hay un pobre pidiendo y pasan dos banqueros. Uno le dice al otro, pobre, ¿No tendrá dueño?

—¿La ignorancia cotiza al alza?

—Más que la ignorancia, el atrevimiento. La gente opina y sentencia con una soltura que te deja pasmado y, sin embargo, sabes que estás ante alguien sabio cuando no intenta imponer su palabra. Los sabios escuchan a los demás y a veces pasan por tontos.

—El libro es un thriller en el que un periodista descubre que su maestro no ha parado de escribir pero no ha publicado nada. Los grandes escritores en vida suelen ser siempre grandes fracasados. ¿Los escritores morís felices?

—No sé si mueren felices pero, al final, un escritor es un náufrago social y los libros son botellas en los que escribimos mensajes y lanzamos al vacío editorial. Cada lector es un mundo y no hay dos lectores que lean el mismo libro. No buscamos que nos rescaten sino compartir pensamientos y sentimientos con los demás. Por eso, el trabajo de escribir, su éxito, no es tener mucho reconocimiento sino lograr que haya la menor distancia posible entre tus sentimientos y lo que has plasmado en el papel. Escribes para ti y durante algunas etapas de tu vida para una persona porque si no, las palabras y el discurso se evaporan.

—¿Para quién has escrito esta novela?

—Es secreto. Es para mí y para otra persona y, luego, para quien lo quiera leer. Hay escritores que se secan, y por eso dejan de escribir. Recuerdo una frase de Miguel Torga que contaba que llegaba a su pueblo, en Trasosmontes, y se quedaba mirando el fuego en silencio durante horas porque sentía que sus palabras no estaban a la altura de sus sentimientos. Entre el silencio y el trabajo literario hay un punto de encuentro que es el que tratas de buscar.

—Escribir es cavar en una mina

—Si, porque trabajas con los materiales que han quedado enterrados en la memoria, igual que los árboles en el interior de la tierra.

—Creo que no pensabas llamarlo ‘Vagalume’ al principio

—Hasta que no tengo el título no encuentro el tono ni la atmósfera porque el título tiene que resumir la esencia de la novela. Al principio, pensé en una de las imágenes importantes del libro, la de un puente perdido por el que pasea todos los días el protagonista, un director de periódico que dejó de escribir literatura. Llegan a un puente que yo conozco. Está aquí, cerca de León, en el Esla. El río se ha desviado por una riada con lo que y el puente se queda sin sentido, sin utilidad y como la gente ya no lo usa empieza a llenarse de maleza. Cuando el maestro lleva de paseo al periodista, le lleva hasta el puente y le dice: Esa es mi vida. Hay gente que en un momento dado no da el paso y se queda aislado viendo cómo la riada, la vida, va por otro lado. Esa imagen estuvo a punto de dar título al libro, pero un día alguien me regaló esa palabra maravillosa, vagalume, que yo pensaba que significaba luz que vaga, pero que es lumbre que vaga.

—Has hablado de los republicanos que escribían novelas con otros nombres para sobrevivir tras la guerra y me ha recordado el caso de Dalton Trumbo.

—Aquí los que hacían novelas del oeste y novelas policiacas había muchos que eran republicanos, maestros, periodistas... El filósofo Eduardo Guzmán escribía novelas del Oeste con el pseudónimo de Edward Goodman, Marcial Lafuente Estefanía era un ingeniero republicano, Francisco González Ledesma firmaba como Silver Kane para mantener a su familia. ¿Por qué? Porque no les dejaban ejercer su profesión por rojos y tenían que ganarse así la vida así. Marcial Lafuente nunca salió de España y alimentó de sueños la imaginación de miles de personas. Tenía tres cosas en su mesa de trabajo: un mapa de Estados Unidos en 1880 , una historia de la conquista del Oeste y una guía telefónica de San Francisco de donde sacaba los nombres de los personajes.

 

— ‘Vagalume’ es mucho más que una novela

—Vagalume es en realidad un ensayo literario, una reflexión sobre la esencia de la escritura pero que está envuelto en una novela de suspense con una trama y un personaje misterioso. Esto es lo que engancha al lector pero, entre tanto, tú le vas contando tus reflexiones sobre el hecho de escribir, sobre la vida, sobre las vidas secretas... cuando pasa el tiempo se te ha olvidado la historia de suspense y lo que te queda es un poso.

—Te queda la cultura.

—Y por eso la poesía es el género superior. La magia del lenguaje es crear otras palabras.

—¿Quién eres tú en la novela?

—Yo soy Vagalume (risas). Parezco Napoleón, Vagalume soy yo. Al final, en las novelas tú eres todos los personajes. Hay una tendencia en construir el personaje principal a imagen y semejanza propia y por eso suele ser el peor porque queda un poco acartonado. Al final, una novela es como las tragedias griegas, en las que salían varias personas con máscaras y todos los personajes son máscaras del autor. Pues bien, todos los personajes de Vagalume soy yo, personajes en medio de la noche, que inventan y escriben historias para consolarse a sí mismos y a los demás. La literatura es un consuelo de la vida.

—Encabezas la novela con una frase de Faulker de ‘Las palmeras salvajes’: Entre la pena y la nada, elegí la nada. En esa obra, el escritor dice también que la vida es un acto de voluntad. A veces pienso que solo sabemos que estamos vivos cuando tenemos conciencia de nosotros mismos, un acto volitivo que nos aterra. Los escritores tenéis la posibilidad de desdoblaros en vuestros personajes para que esa escalofrío remita un poco.

—Hay una especie de desdoblamiento que se multiplica en Vagalume. Somos las muñecas rusas y detrás de un escritor hay otro, y otro que se van sucediendo a sí mismos y que es, en realidad, la historia de la literatura y aunque nos creamos muy importantes no somos más que gotas de agua en la historia de la literatura, de ese gran río. No sé si es un desdoblamiento, pero sí es un apartamiento de la realidad. ¿Por qué la gente lee novelas? Porque sus vidas no les gustan y quiere vivir otras que le ayuden a entender mejor su propia vida.

—¿Eliges la pena?

—Todos la hemos elegido porque los que han elegido la nada no están. Elegir vivir es elegir la pena porque puedes tener muchas alegrías pero al final no tiene un final feliz. Vagalume elige la pena de quedarse varado, como el puente. Entre la nada de la corriente del río y la superficialidad elige la pena del puente, que por lo menos tiene una dignidad.

—¿El protagonista consigue cerrar el círculo?

—No, regresa a Madrid haciéndose preguntas. Por que en esta novela el secreto, aunque aparentemente quede medio desvelado el final, es lo de menos. La explicación de por qué ese hombre escribía por las noches sirve y no sirve. Escribía porque necesitaba escribir.

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