Sara García, la investigadora que hizo diana contra el cáncer de mama

Fue brillante en la carrera y aún más en el máster. Del 9.07 de media en la licenciatura a 9,71 en la especialización. Su trabajo de investigación promete estar a la misma altura. Sara García Alonso investiga el cáncer de mama en el equipo del doctor Atanasio Pandiella en el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca. Tiene un contrato predoctoral para desarrollar su tesis.

Busca identificar nuevas dianas terapéuticas para desarrollar terapias dirigidas. Y, también, identificar qué moléculas participan en la señalización celular que ‘da permiso’ a las células cancerosas a desarrollarse de manera descontrolada formando un tumor.

Se trata de neutralizar al ‘HER2 positivo’, traducido a lenguaje de calle, un receptor que envía continuamente estímulos que inducen a las células cancerígenas a su supervivencia y proliferación. Aunque hay ya un tratamiento específico contra este sub tipo de cáncer de mama que ha mejorado el pronóstico de las mujeres que lo padecen, están apareciendo resistencia a este tratamiento, mujeres que directamente no responden o pacientes que mejoran pero, pasado un tiempo dejan de responder al tratamiento.

En eso está esta joven investigadora leonesa de 25 años, recién acabada su carrera con Premio Extraordinario en la Universidad de León aunque no se conforma con ello. Su objetivo —«como el de todos los que trabajamos en esto», añade— es la erradicación total y definitiva del cáncer. Una meta ambiciosa en la que gran parte de la Humanidad tiene puestas sus miras.

Sara García trabaja contrarreloj contra el cáncer de mama en una investigación básica y vital, y lo hace pensando en las mujeres enfermas. «Lo que hacemos en los laboratorios acaba llegando a los pacientes», dice.

La misma claridad de ideas tiene cuando asegura que se marchará de España. «Claro que me iré cuando acabe mi tesis», dice tajante.

«Pretendo realizar mi etapa post doctoral en algún centro de investigación oncológica de prestigio a nivel internacional», cuenta. Y aspira a formar su propio grupo de investigación.

«Encuentro las misma dificultades en este proceso que atraviesan miles de jóvenes que soñamos con iniciar la carrera investigadora. Derivan directamente de los obstáculos que están debilitando cada vez más el sistema de investigación español. Los fuertes recortes en I+D+i han supuesto un duro golpe para la ciencia en España y han reducido drásticamente las posibilidades de contratación en organismos públicos de investigación, universidades y centros tecnológicos. Todo ello hace tremendamente difícil conseguir una oportunidad y favorece la fuga de cerebros». ¿Qué opción queda?

Ella lo ve como una oportunidad. «Es sumamente enriquecedor pasar una temporada en algún centro de prestigio a nivel internacional, conocer la mentalidad y la forma de pensar y trabajar en ciencia que se desarrolla en otras partes del mundo. Además, la crisis que vivimos actualmente complica las posibilidades de conseguir un contrato en algún organismo público de investigación».

Es muy crítica además con la situación de las mujeres que se dedican a la ciencia. El ‘efecto tijera’.

«Son mayoría las estudiantes universitarias, que también obtienen los mejores expedientes académicos y son las que más se incorporan a la carrera científica. Sin embargo, cuando se va ascendiendo en las responsabilidades y cargos, como por ejemplo las cátedras, aumenta el número de hombres y desciende el de mujeres. La baja representación femenina se denuncia desde hace años en Europa y se recoge en documentos como los informes ETAN. En España, la AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas) lucha por evitar estos desequilibrios y promover la plena y equitativa incorporación de las mujeres al Sistema de Ciencia y Tecnología», denuncia.

Quiere ser una «gran investigadora», dice sin dudar. Escuchándola, quedan pocas dudas de que lo conseguirá.