Diario de León

Las cicatrices del terrorismo

«23 años después aún miro los bajos del coche cada mañana»

Antonio Barrioluengo, teniente leonés del Ejército de Tierra, recibe hoy en Zamora el homenaje de la Junta de Castilla y León a las víctimas de ETA, tras sobrevivir a dos atentados en el País Vasco: «Yo no perdono»

León

Creado:

Actualizado:

Antonio Barrioluengo, teniente leonés del Ejército de Tierra destinado en Vitoria a finales de los noventa, recibirá hoy en Zamora el homenaje de la Junta de Castilla y León, que se concede en señal de agradecimiento y de reconocimiento a las víctimas de ETA.

«Me lo tomo como un reconocimiento a todas las víctimas del terrorismo», señala tras explicar que estuvo veinte años destinado en el País Vasco. «Lo que más me duele es que para poder gobernar haya sido necesario tener que pactar con toda esta gente, es algo que me revuelve las tripas. Es lamentable».

Consecuencias

«Lo que más me duele es que para gobernar hayan pactado con esta gente, me revuelve las tripas»

Salió ileso de dos ataques de la banda: «Estaba en la residencia militar de Araka y metieron dos bombas de 40 kilos de explosivos en una furgoneta que robaron en la panadería. Pudo haber sido la mayor masacre de la historia. Por poner un ejemplo, la bomba que mató en León al comandante Cortizo era de un kilo». Las consecuencias no fueron más graves para el meditar leonés porque en ese momento estaba en otra dependencia: «Mi oficina desapareció literalmente, quedaron trozos de la puerta de cinco centímetros el más grande. Había una segunda bomba preparada, pero no llego a explotar y se hizo una voladura controlada», señala.

«Entre la vida y la muerte hay un hilo muy cortito y yo sigo vivo porque debe ser que Dios existe», explica el militar que reconoce que arrastra importantes secuelas psicológicas: «Llevo 23 años mirando debajo del coche cada mañana. Ingresé en el ejército y sabía lo que había, pero nunca estás preparado para esto. Vas a los sitios y ya estás en continúa alerta. En los análisis de sangre me sale que tengo un nivel de adrenalina superior en ocho veces a la media normal».

Fortaleza

«No pienso dejar de ir a Vitoria, prefiero ir al cuadrado a que me pisen la cabeza todos estos»

La mañana del 25 de febrero de 1998 se produjo un segundo atentado, que también resultó fallido: «Yo iba a trabajar y cogí el coche en lugar de hacerlo mi mujer. Aparcaba siempre al lado de un bordillo por si apreciaba algún bulto sospechoso, pero no me di cuenta de que delante de la rueda delantera izquierda había una mochila. Arranqué y me fui. Los terroristas estaban intentando accionar una bomba de tres kilos desde un mando a distancia pero les falló y no explotó. Cuando volví al cuartel me preguntaron que donde había dejado aparcado el coche, y les expliqué que justo en el lugar de la calle donde habían dibujado una cruz. Era donde había estado la bomba».

En el primer ataque había cinco mandos implicados y la situación era diferente: «En esta segunda ya vi que iban directamente a por mí y la cosa cambia. Sabes que te han puesto como objetivo y no te queda más remedio que marcharte porque si no, vas a estar igual de por vida».

Atentado al Palacio de Justicia de Vitoria. THOR CASTRO

«Yo a día de hoy», lamenta, «aún sigo vigilando y por las noches si duermo cuatro o cinco horas ya es mucho. Te queda una situación de control continuo que te agota. A los tres o cuatro meses cogieron a un comando y mi nombre figuraba en la documentación, y al año siguiente localizaron a otro comando en Francia y yo era objetivo de nuevo. Nunca sabes lo que puede pasar».

La vida sigue: «No pienso dejar de ir a Vitoria, prefiero ir al cuadrado antes de que estos me pisen la cabeza. No ha cambiado la situación política, han cambiado los políticos. Antes se hacían política de animadversión contra los españoles, aunque los peores son los que han nacido fuera y han ido a Euskadi, los matxurrianos. Gente como Otegi ahora tiene una alfombra roja y eso me indigna. Por eso agradezco el gesto de la Junta de Castilla y León».

El miedo sigue presente: «El que menos puedes esperar, es el que te pega el cebollazo, como ocurrió con el subteniente Parada, que fue la última víctima terrorista y a quien yo conocía personalmente. A este hombre le delató una vecina», explica.

Lo peor del día a día en el País Vasco era « no poder dirigirte a nadie, porque no sabes con quién estás hablando ni el peligro que corres. Espero que no se olvide lo que ha sucedido, son mil muertos que se dicen pronto. Y esos son los que se han ido, luego quedan las familias. Yo lo único que tengo es odio y porque no puedes tomarte la justicia por tu mano que si no… Yo ni olvido ni perdono. Pero agradezco que se hayan acordado de nosotros en este homenaje, no por el homenaje en sí sino por lo que significa el millar de muertos que han quedado atrás. Aparte del famoso atentado de los trenes, creo que ha sido el capítulo más negro de la historia de España. La historia es lo que describe las páginas de un país y lo que nos reconoce al fin de al cabo a través del tiempo

tracking