Diario de León

por los vericuetos del mundo de la abogacía leonesa

Dos flores en medio de un erial

Azucena González Coronado y Margarita Martínez Trapiello, las dos primeras mujeres que formaron parte del Colegio de Abogados de León cumplen 40 años de profesión y vivencias trepidantes que aún recuerdan.

Margarita Martínez y Azucena González, en el transcurso de la charla. RAMIRO

Margarita Martínez y Azucena González, en el transcurso de la charla. RAMIRO

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miguel ángel zamora | león

A Azucena González Coronado y Margarita Martínez Trapiello la historia les debe el mérito de los precursores. Colegiadas 194 y 191 respectivamente, ingresaron en el colectivo en mayo de1976. Sostienen en la mano mientras hablan el ejemplar de Diario de León que dio cuenta de aquella ocasión. «Nos colegíábamos entonces en la Audiencia Provincial y se hacía por trimestres. Emeterio Morán, Juan Lozano, José María Suárez y Roberto Merino fueron los padrinos de aquella ocasión. Parecíamos niñas pequeñas», recuerdan.

Margarita estudió en Oviedo y acabó en Salamanca, donde coincidió en cuarto de carrera con Azucena. «Cada una hacíamos lo suyo, ella estaba con Juan Lozano y llevaba de todo», explica la segunda. «Yo más bien quería irme Madrid a hacer práctica para venir a León a trabajar en laboral. Por eso fue lo de Atocha». Se refiere a la famosa matanza de abogados ocurrida el 24 de enero de 1977 que se considera una de las fecha clave de la transición. La vivió de cerca. Demasiado cerca.

«Iba en el puesto de un compañero nuestro al que habían matado y tenía en el despacho de al lado a Manuela Carmena. Roté por todos los despachos de Madrid y acabé en León haciendo laboral, penal y matrimonial». Trapiello está más centrada en civil, administrativo y matrimonial. «Ha habido que adaptarse a los tiempos».

Ser mujer era complicada en aquellas tiempos. «Juramos en el Tribunal Eclesiástico. Fundamos las «Floras» (Asociación Flora Tristán) en 1979 con una subvención de 50.000 pesetas que habíamos adelantado nosotras. Estuvimos trabajando activamente por las mujeres y por sus derechos. Teníamos el carnet del PCE firmado por Dolores Ibárruri, La Pasionaria. Reuniones sobre la libertad sexual, el aborto y el adulterio que era delito en aquella época... Fue apasionante», explican de forma apasionada. «Tuve un detenido que no quería una abogada mujer», sostiene Margarita. «Yo tuve un trabajador ferroviario que se negó a que le defendiera una mujer y se burlaron de él todos mis compañeros», rememora Azucena, que llevó el primer Consejo de Guerra de León en el que intervenía un abogado civil. «Todos eran militares y allí estaba yo, encima embarazada».

LACITO Y CORBATA

«Somos las dos primeras que plantamos cara a la obligación de llevar lacito y corbata en los juzgados. Nos negamos y nos lo aceptaron. El peaje que hemos pagado es que nunca hemos llevado bancos o compañías de seguros, porque eso lo reservaban a los hombres». Por ser mujeres y por sus ideas políticas lo tuvieron más complicado. «Llevábamos a la coordinadora de presos en lucha y no dejaban que bajáramos a atender a los presos que se autolesionaban porque pensaban que nos íbamos a desmayar al ver sangre...». Trapiello asegura que nunca ha sentido miedo en el ejercicio de sus funciones. «Las primeras veces que íbamos a la cárcel eran entrevistas bis a bis sin cristal ni rejas. Una vez estaba hablando con el cliente, se fue y me quedé sola diez minutos, no me atendía nadie. Luego, las guapas con apellido no pisaban la cárcel ni se apuntaban al turno de oficio, pero se quejaron al decano y pidieron que se hiciera con reja de por medio, que es peor y siembra más desconfianza en el interno». A Azucena se le apagó la luz estando con un preso en una entrevista: «Él ni se movió, confiaban en nosotras y nunca pasé miedo. Ellos tienen su código».

«Nadie nos ha regalado nada», recalcan. «No hemos querido la medalla del Colegio de Abogados porque esto es una prueba de resistencia y no queremos distinciones de nadie. Tenemos que ser coherentes. Hemos abierto un camino y tenemos que seguirlo. Lo que nos queda tenemos que hacerlo con la misma filosofía. Después de 40 años no hay cansancio, sólo alguna decepción».

Cercana la despedida, el cierre de las actividades se afronta de diferente forma. Margarita lo ve más inminente. «Ya son muchos años de profesión». Azucena es más remisa: «Siempre tienes algún compromiso que te obliga a seguir y aunque quiera desconectar, no va a ser posible dejarlo del todo. Otro año más sí que seguiré creo».

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