Adiós al vinatero decano de los enólogos españoles

Era, y con razón presumía de ello, el decano de los enólogos españoles, un compendio de sabiduría vitivinícola y personaje imprescindible en la historia del vino leonés. Integrante de la primera promoción que alcanzó ese título de manera oficializada, presumía también de ser uno de los tres enólogos —los otros dos eran su socio y quien en realidad ejercía esa función— de la bodega que llevaba su nombre y que universalizó el vino de Valderas y de otras zonas de producción. Porque Casto Pequeño nunca se sujetó en ataduras ni a reglamentos demasiado estrictos. Pero sobre todo fue bodeguero o, mejor, un vinatero que comercializaba blancos, rosados y tintos de aquí, del sur de la provincia, y de allá, de Toro, Rueda… Con cien años bien cumplidos, no hace muchos que todavía acudía a diario a la bodega. «Subía», por utilizar el verbo con el que él precisaba la condición del camino. Allí acomodaba a la limitación del suyo el paso en el paseo del visitante por las instalaciones de la bodega y detallaba las excelencias y la suficiencia de los medios técnicos. Y saludaba a quienes acudían a llenar los garrafones, o a comprar los bag in box, o las botellas de Chamelín, Hinojal, Gravedad… o de Casto Pequeño, su vino de referencia y de volumen. Pero también los Val de Heras, con los que hacía bandera de la Prieto Picudo y del pueblo cuyo nombre vocalizaba con orgullo. Hoy, él y su memoria volverán a «subir» por la cuesta del Camino del Cementerio y unos cuantos metros antes de su destino final girará la cabeza a la izquierda para echar un último vistazo a su bodega y comprobar que todo sigue estando en perfecto orden… aunque sea ya sin su presencia.