Diario de León

La silenciosa labor de Veterinaria

Las 5.000 PCR manuales que atajaron el Covid en las residencias

Misión científica altruista. El equipo de la Facultad de Veterinaria dirigido por la profesora Ana Carvajal ha concluido una misión científica altruista sin precedentes, clave en atajar el virus en las residencias.

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León

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En los días más duros del confinamiento, cuando la universidad estaba cerrada y los centros de investigación parados, un equipo científico leonés libraba una batalla silenciosa contra el Covid-19 en la Facultad de Veterinaria de León. En el pico de la pandemia, a primeros de abril, los laboratorios del departamento de Sanidad Animal de la Universidad de León empezaron a hacer PCR —pruebas moleculares para detectar el coronavirus— de forma manual.

Desde entonces hasta el 30 de junio, día en que terminaron su misión, por el momento, han realizado cerca de 5.000 PCR a pacientes distintos, además de las pruebas repetidas en casos dudosos. Fue una operación sin nombre que permitió atajar la pandemia en las residencias de personas mayores.

«Los resultados que dábamos cada día, a veces en cuestión de horas, servían para tomar las decisiones sobre cómo organizar los centros», explica Ana Carvajal, la profesora de la ULE que ha estado al frente de los trabajos en la Facultad de Veterinaria.

El equipo al completo en la última jornada delante de la Facultad de Veterinaria. FERNANDO OTERO

«Fue en un momento clave, cuando estábamos en el pico de la pandemia en las residencias de mayores», señala José Pedro Fernández, gerente de Atención Primaria. En aquellos momentos había escasez de reactivos para hacer pruebas en los laboratorios automatizados.

La posibilidad de hacer las PCR de forma manual fue el factor diferencial que aportó la universidad leonesa. El grupo Covid de la ULE, desde un centro dedicado a la sanidad animal, fue el primero en incorporarse a la la red de laboratorios validados por el Instituto de Salud Carlos III a lo largo de la pandemia.

Semanas raras
«Todo el mundo estaba encerrado y hacíamos vida normal en el laboratorio»

Después se incorporaron otras facultades, aunque no todas las que se pusieron a disposición porque no todas encontraron la receptividad necesaria de las partes involucradas. «Se consiguió descargar al Hospital de León», añade Fernández, de una labor a la que no alcanzaba porque el pico de la pandemia estaba a punto de desbordar su capacidad asistencial.

«Queríamos unirnos a la causa y ayudar en la medida de lo posible», señala Juan Fregeneda. «Hacía tiempo que no entraba en el laboratorio y fue una experiencia reconfortante. Sientes que lo que investigas, la ciencia, vale en el día a día», añade este profesor de la ULE.

A finales de marzo se dieron los pasos para acreditar la técnica y el laboratorio y a primeros de abril recibieron las primeras muestras. Desde entonces, de lunes a sábados trabajaron todas las tardes en jornadas maratonianas que terminaban muchas veces a las 11 y media de la noche.. «Hemos cenado aquí juntos, como si fuéramos una familia. Se han creado unas buenas sinergias y un buen espíritu», señala Ana Carvajal. También fue una «vía de escape» en el momento más duro del confinamiento. La sensación de sentirse útil compensaba el sobre esfuerzo altruista. Han sido tres meses de tiempo, más de 5.000 PCR con sus reactivos y el uso de los tres laboratorios dispuestos —dos para la extracción del ARN (ácido nucléico) del virus y uno para amplificarlo hasta niveles capaces de detectar la enfermedad— totalmente gratuitos.

Una de las pruebas de PCR. FERNANDO OTERO

Al principio, abundaban las pruebas positivas. Con el paso de las semanas, se notaba que la pandemia cedía. «Fueron semanas muy raras. Todo el mundo estaba encerrado y nosotros hacíamos vida normal en el laboratorio», explica Héctor Argüello, otro de los integrantes del equipo. A lo largo de los tres meses de actividad del dispositivo se han juntado 13 personas, en su mayoría del área de enfermedades infecciosas. «No teníamos sensación de encierro, teníamos mucha actividad y estrés porque la situación de las residencias obligaba a que entregáramos resultados en poco tiempo», explica Ana Carvajal.

Cada día, al filo de las dos de la tarde, una ambulancia, dotada con personal de enfermería y conducción, se acercaba a las puertas de la facultad con las muestras tomadas en los centros asignados por Atención Primaria.

«Era un estímulo cuando nos decían: tenéis que seguir ayudándonos. Nosotros estábamos muy protegidos dentro una cabina, ¿cómo no ayudar?», comenta Fregeneda. En la última jornada de trabajo, todo el equipo salió a recibir a la ambulancia con un fuerte aplauso.

Una de las máquinas usadas en las PCR manuales. FERNANDO OTERO

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