Diario de León

OPERATIVO DE INCENDIOS

Mujeres a pie de llama en León

El 8% del operativo de incendios de la Junta en la provincia de León son mujeres

Lucía Bartolomé. FERNANDO OTERO

Reportaje sobre las mujeres del dispositivo de incendios forestales de la Junta de Castilla y León, en León, Camposagrado, Tabuyo del Monte y Sahechores de Rueda. F. Otero Perandones.

León

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Son las diez de la noche y la jornada laboral terminó ya hace rato para la brigada de incendios helitransportada Sahechores de Rueda. Es de noche y los mecánicos concluyen la revisión del Koala ligero.

La patrulla nocturna Novermber empieza su turno con un aviso. Por el walkie vuela una voz femenina hasta el Centro Provincial de Mando (CPM) de la Junta en León: «Cuadrilla completa y operativa. Capataz: Sandra». En cinco minutos, con el vehículo cargado de agua en la piscina y los cinco componentes de la patrulla (dos mujeres) a bordo con todo el material en orden, parten rumbo a Santa María del Río (Villaselán).

Casi cinco hectáreas calcinadas y quince horas de trabajos de extinción. Siete mujeres que trabajan a pie de llama en León cuentan su experiencia. La vallisoletana Nuria Ramos ocupa una de las cinco jefaturas del Centro Provincial de Mando, que cuenta con tres hombres y dos mujeres (40%). Es ingeniera de Montes y su visión del fuego va más allá de las pantallas y los mapas que sitúan los focos en la sala de la quinta planta del edificio de la Junta desde donde se dirige el operativo en León.

Reflexión

«Los incendios son lo último que le puede pasar a los pueblos por el abandono rural»

«Empecé en 2007 como peón de la helitransportada de la Junta de Castilla y León cuando estaba estudiando la ingeniería. Luego vi la oportunidad de hacer oposiciones», explica. «Cuando fui a mi primer incendio nunca me hubiera imaginado que sería directora de extinción», confiesa. Ha sido peón, escucha, técnica de base y técnica de unidad móvil de meteorología. Desde hace cinco años es técnica de la sección y ha llegado a tener a su mando a más de 150 personas (sin contar los apoyos puntuales de la UME). Cuando se declara un incendio, la primera persona en tomar el mando in situ es el o la agente medioambiental. Si el fuego se complica acuden quién esté deguardia en el centro de mando.

Lucía Bartolomé. FERNANDO OTERO

Lucía Bartolomé. FERNANDO OTERO

A Nuria Ramos le ha tocado lidiar este año sobre el terreno con los incendios de Montes de Valdueza, Boca de Huérgano y Boisán, en el campo de tiro del Teleno. Ser hombre o mujer, asegura, no influye en cómo se afronta la gestión de un incendio. «Eso depende más del carácter», apostilla.

Para ella es un «trabajo muy motivacional, no sé si por la adrenalina o por el sentimieto de equipo». Y también tiene muchos sinsabores. «Impresiona ver la superficie quemada y sobre todo las pérdidas de la gente que vive allí», apostilla. «Las decisiones más difíciles —admite— son los desalojos». Sobre el acceso de las mujeres al operativo sostiene que «no es que cojan menos, es que se presentan menos».

Uno de los condicionantes lo ve en que «condiciona la elección familiar por los horarios y las mujeres llevamos más carga en la familia». Personalmente, nunca «me han tratado diferente por ser mujer, me han juzgado más por ser joven». María del Carmen Castaño Santamaría también empezó desde la base. Nacida en Castrocontrigo, ha visto quemarse el monte desde niña. «Tocaban las campanas y todo el mundo iba a apagar el incendio. Mi padre se quemó una vez... Yo lo veía de lejos. Dentro cambia mucho la sensación: el calor, el humo...la sensación de que te quemas».

Rebeca Marcos Martínez. FERNANDO OTERO

Rebeca Marcos Martínez. FERNANDO OTERO

 Estudió la ingeniería técnica forestal y luego la superior de Montes. Vio una oportunidad en meter cabeza en la profesión en las campañas de verano de incendios. Empezó en 2004 como técnica de emisora y «durante mucho tiempo fui la única mujer en una patrulla helitransportada. Era raro ver a una mujer en incendios, pero a mí me sorprendía que pareciera raro».

En los últimos diez años empieza a notar el cambio. «Lo que frena es la dureza del trabajo, por lo físico y porque tienes un horario pero en caso de incendio nunca sabes cuándo vas a volver», señala. Pero es cierto, admite, que «al final tenemos que demostrar que valemos para el trabajo y más cuando hay tan pocas». Carmen no siente que haya renunciado a nada, «he hecho lo que he querido hacer».

Valora mucho el compañerismo, «somos una piña», la satisfacción «cuando las cosas salen bien, cuando consigues apagar un incendio o controlarlo en las primeras horas». Como agente medioambiental asume la coordinación de medios cuando un incendio es pequeño o se puede llegar a controlar más o menos bien y sin riesgos para la población.

Sandra Díez De Lucas. FERNANDO OTERO

Sandra Díez De Lucas. FERNANDO OTERO

La gestión de un incendio está protocolizada «y lo más importante es tomar las decisiones adecuadas». En el debe apunta «la impotencia de ver arder el monte» y los malos momentos como cuando, estando en Guadalajara, le llamaban las familias preguntando por brigadistas fallecidos en un incendio y ella aún no sabía nada. A raíz de aquella tragedia en Castilla-La Mancha cuentan con un dispositivo estable todo el año. Todo el mundo está a la expectativa de ver qué pasa en Castilla y León.

En su categoría, que ganó por oposición y para la que tuvo que sacar un grado superior de FP a pesar detener dos carreras, hay 160 personas que hacen guardias de incendios, 13 son mujeres. El 8%.

Lo mismo que la media de todo el dispositivo, de 672 personas con 53 mujeres en la campaña actual. No hay pilotas, mecánicas; tampoco hay mujeres en retenes de maquinaria ni conductoras de oficina. «En puestos de dirección y de vigilancia siempre ha habido mujeres. agentes medioambientales se han ido incorporando en los últimos 20 años y en los últimos diez ya se han ido ‘animando’ a trabajar más a pie de llama: autobombas, cuadrillas de tierra, helitransportadas o nocturnas», resume Pedro Bécares Martín, jefe de la sección de Defensa del Medio Natural del Servicio de Medio Ambiente de la Junta en León. Rebeca Marcos Martínez, de Bembibre, es escucha de incendios.

Nuria Ramos. FERNANDO OTERO

Nuria Ramos. FERNANDO OTERO

Es su cuarta campaña, actualmente en Camposagrado. Su misión es observar el monte en busca de humo.Pueden ser el primer eslabón de la cadena para sofocar un fuego. Hay 36 puestos de vigilancia en la provincia y 11 ocupados por mujeres. Estudió el grado superior de Gestión y Organización de los Recursos Naturales y Paisajísticos. Terminó en 2006-07, pero «lo fui dejando y lo he retomado por mis hijos.

Con los otros trabajos era imposible, pero cuatro meses de verano si tienes a alguien que te apoye es más accesible». «Con el mayor me dejé de trabajar dos años. La conciliación no existe, salvo excepciones. O trabajas o te dedicas a tu familia o pides media jornada. Pero llega un momento en que necesitas salir de la rutina». Con la compañía de su perro Lupo hace jornadas de vigilancia de 9 y 10 horas según la época.

Estela Martínez Vieira. FERNANDO OTERO

Estela Martínez Vieira. FERNANDO OTERO

Desde Camposagrado puede ver humos en el Teleno, en Zamora y en Palencia. Este año ha dado más alertas que ninguna otra campaña. «Lo más importante y difícil es ubicarlo. Hay aparatos que dan los grados exactos —alidada— y prismáticos de más precisión», explica. Los tienen en Zamora y en Palencia, pero no León. «El trabajo aquí es igual para hombres que mujeres. Somos un trabajador más, incluso con la misma vestimenta (masculina)», apostilla para reclamar con humor tallaje femenino. Las Brif ya tienen «la mona», un pantalón con cremallera trasera que facilita a las mujeres la vida en el monte.

Un botiquín más completo e incluso con alguna compresa estaría más acorde con la incorporación de mujeres a estos empleos en el siglo XXI, opina Rebeca. «A ver si las generaciones que venimos detrás logramos cambiar algo», añade sin olvidar el peso de la gestión privada en el monte, aunque a su puesto se accede por bolsa de empleo de la Junta. A pie de monte y de llama se encuentra Estela Martínez Vieira, una joven de raíces jiminiegas criada en Villares de Órbigo, que trabaja como en la cuadrilla de tierra Romeo de Tabuyo del Monte. ¿Peón o peona? «Me es indiferente».

Su misión es desbrozar, podar, limpiar el monte y cuando hay aviso de incendio, cargar con los más de 15 kilos de la mocghila extintora y toda el material complementario: batefuegos, herramienta manual (azada, pulaski...): «Cuando llegamos cada uno coge su herramienta, apagamos o hacemos líneas de defensa», explica, a las órdenes del agente medioambiental o del capataz. No lleva la cuenta de esta campaña. «En 2021 me hablaron de entrar en una Romeo y la experiencia fue buena.

Ana María Álvarez Cuesta. FERNANDO OTERO

Ana María Álvarez Cuesta. FERNANDO OTERO

Es la única mujer en la cuadrilla de tierra de Tabuyo. «Al principio pensé que iban a creer que no iba a realizar el trabajo igual que ellos, pero me han tratado igual que al resto», afirma. La idea de que es un trabajo de hombres la ve más fuera, en la sociedad en general. que dentro del operativo. De las 200 personas que integran las cuadrillas de gestión forestal, tan solo cinco son mujeres y Estela es una de ellas. El trabajo es duro, pero el compañerismo es grande y más que miedo, el fuego infunde respeto. Este aserto es común a las mujeres que se fajan con las llamas, coordinan su extinción o transportan a peones en la autobomba entrevistadas para este reportaje.

Tras ver que la hostelería no era lo suyo, Estela realizó un grado de emergencias y protección civil en Galicia y aspira a ser bombera. Se prepara en la academia de León. «Si me dan cierta estabilidad no me importaría seguir en la cuadrilla...», pero hay que pensar en el futuro. Todavía no hay ninguna bombera en León. Las oposiciones que están en curso en la Diputación Provincial van a ser la primera oportunidad. Seis mujeres han pasado las dos primeras pruebas, con las físicas.

Como bomberas y bomberos esperan reconocimiento mujeres y hombres de los servicios de extinción de incendios forestales. No es una palabra baladí, sino una puerta para abrirles derechos a una jubilación más temprana por penosidad laboral. «Las pruebas físicas de la Diputación han sido más equitativas que en otras convocatorias», opina Ana María Álvarez Cuesta.

Esta conductora de autobomba que en 20 años ha trabajado en incendios en una decena de campañas —ha intercalado otros trabajos— quiso ser bombera y unas pruebas físicas «de superwoman». Empezó en Riaño con un minicamión en 2002 y hace su última campaña en la base de Tabuyo del Monte. Ahora, con una hija de nueve años y la oposición de conductora de oficina aprobada, lo mira como agua pasada. Pero anima a jóvenes como Estela a que lo intenten si es su vocación. «Al principio era la única, pero ahora ya se ven más chicas en todo», explica. Aunque el número sigue siendo escasísimo en León. De las 66 personas en estos puestos, dos son mujeres, según los datos de la sección de Defensa del Medio Natural de la Junta.

Mª Carmen Castaño. FERNANDO OTERO

Mª Carmen Castaño. FERNANDO OTERO

«Creo que a las mujeres les gusta menos conducir», sopesa Ana María. Muchas veces le preguntan «cómo me atrevo a ir por ciertos sitios. Y es verdad que a veces haces cosas porque no digan que no lo has hecho por ser chica» aunque en general goza del «buen compañerismo». «Me tira conducir y he tenido suerte», afirma. En el único sitio donde le pusieron pegas por ser mujer fue en una empresa de transportes para llevar un tráiler. «Me dijeron que ni mujeres, ni rumanos... lamentable». También tuvo que reclamar que le incluyeran en un grupo de Whatsapp de incendios. «Todo va mejorando. En Zamora me encontré con dos conductoras; en el operativo hay más formación y en prevención ahora se usan arnés, nos dan crema solar...». También ve un cambio generacional y que las mujeres están entrando en todo tipo de puestos. «Igual que ahora hay hombres matrones, las chicas se están animando a estos oficios». «Te tiene que gustar y la fuerza física a veces nos penaliza, pero entre los hombres también hay de todo». Con lo duro que es su trabajo, no lo iguala un parto. Al menos el suyo. Pero la gente en algunos pueblos todavía se sorprende de que sea ella la conductora. No es la primera vez que se dirigen a los compañeros como conductores.

Ella misma se pintó la A de conductora en el letrero de su uniforme. Mujeres entre 50 años, como Ana, y 21, como Lucía Bartolomé, componen el abanico de testimonios que dan cuenta del avance y la situación de las mujeres en los servicios de extinción de incendios de la provincia leonesa. Madrileña de nacimiento, la benjamina de las patrullas helitransportadas —hay cinco mujeres de 86, el 6%—, cumple su segunda campaña en la base de Sahechores de Rueda. «Me he criado en el campo y me daba rabia cuando se quemaba el monte», explica. Hizo un grado superior de forestales y empezó a tomar interés por la extinción de incendios gracias a su profesor Javier Alcor. El año pasado hizo las pruebas —iguales para hombres que para mujeres, cinco minutos para una línea de defensa— y este año repitió. «Estoy genial. Si trabajas al mismo ritmo te acogen», afirma. «El primer año se sorprendían por la edad. Me decían: ¿Qué haces aquí tan pequeña? Luego te veían hacer el trabajo y ya me han llamado de otras bases». Se reengancha a una Romeo de tierra. Las cuadrillas helitransportadas (Elif) son las primeras en llegar a muchos incendios, «salvo el agente medioambiental» de la zona.

Ha estado en los incendios gordos de la campaña, desde el más grande, en Zamora, a Ávila Extremadura, Salamanca y El Bierzo, por citar algunos. En la base, mientras no hay avisos, hacen ejercicio diario (dos horas) y practican embarque y desembarque. Una rutina crucial para evitar accidentes y ganar celeridad.

«El primero que baja es el agente medioambiental si va en el helicóptero y dirige la labor de extinción», explica. Casi siempre de ataque y a veces de remate. A veces hacen quemas autorizadas por la altura de las llamas, contrafuegos. Está prohibido entrar en zona de hombre muerto, pero a veces es difuso. Lo más frustrante «es cuando no puedes actuar», «no puedes hacer nada», Mujeres u hombres hay que ir al ritmo de la cuadrilla, «para que nadie quede atrás».

El sentido de equipo es seguridad y eficacia. «Quien entre aquí debe gustarle de verdad la profesión», apostilla al recordar a los compañeros fallecidos y dar el pésame a sus familias. «Paciencia, tranquilidad, seriedad y que te guste el campo». Es un trabajo que puede condicionar la familia, sobre todo en verano. «Hay que prepararse mentalmente y saber que vas a ver naturaleza y vida real», dice en alusión a las duras estampas de la tragedia de un incendio, «animales quemándose, compañeros que te piden ayuda, personas que pierden sus casas...». Lucía prepara las oposiciones a agente medioambiental.

En Sahechores habilitaron unas duchas para chicas. Sólo comparte la taquilla con el equipo con el casco y el material básico que tienen que llevar ante una salida de emergencia para no perder ni un segundo. El horario de la Elif va con las horas de sol. Al final de la temporada terminan a las ocho. Dos horas más tarde entra la patrulla nocturna November. Tres hombres y dos mujeres en la noche del 28 de septiembre. Sandra Díez de Lucas está esta noche de capataz. «Eché para la helitransportada y de rebote acabé aquí», confiesa, contenta, en su tercera campaña. También por azar y por una cierta desorientación de sus orientadores estudió el grado de conservación del medio natural. Le gustaban las máquinas y la soldadura. No se arrepiente. «Es gratificante contribuir a cuidar el medio ambiente, sabes que estás haciendo algo útil», subraya. Su idea de los incendios era la parte más dramática y la intervención de operativos de la UME, «que es lo que más se visibiliza», añade al reivindicar la figura del bombero forestal. Cuando aterrizó en la patrulla nocturna era la única, pero el año pasado ya fueron tres y este año dos. «Fui muy bien recibida, es más era yo la que pensaba; ‘A ver con lo que me voy a encontrar’ al ser un sector masculinizado». En las cuadrillas nocturnas hay 32 personas, dos mujeres (6%). El dispositivo se completa con otros puestos como autobombas nocturnas — 1 de 12 (8%)—; personal de apoyo (7 mujeres de 13 (54%)) y personal técnico (3 de 17 (18%)). Más allá del sexo, un buen operativo «requiere continuidad en las plantillas». «Es más costosa la extinción que el operativo», recalcan algunas. Lo que está en juego es mucho. Lo dice gráficamente Carmen Castaño: «Los incendios es lo último que le puede pasar a los pueblos por el abandono rural. Quitan el transporte, la escuela, el médico... y finalmente se quedan sin monte». La campaña continúa en riesgo medio de fuego

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