Diario de León

Rosas blancas, mascarillas negras

Primer homenaje laico del Estado con disparidad de cifras de víctimas

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Publicado por
Miguel Ángel Alfonso
León

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No era un día para reproches ni discusiones. Tampoco para lucir colores políticos. Aunque hubo dos que destacaron en el homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus: el blanco de las rosas que depositaron los asistentes sobre el pebetero en recuerdo de los fallecidos y el negro de las mascarillas de luto. Un elemento de protección ya convertido en parte del vestuario diario. Este jueves, ambos elementos también representaron unidad.

El homenaje empezó puntual, a las nueve de la mañana para evitar el calor, con las autoridades nacionales, autonómicas y europeas, representantes de todas las fuerzas de seguridad, militares de los tres ejércitos, sanitarios, basureros y otra serie de profesionales que se mantuvieron en primera línea durante la hora más oscura de la pandemia, sentados en círculos concéntricos a dos metros de distancia entre sí. El espeso minuto de silencio inicial materializó el recuerdo de las personas que han muerto en la pandemia, 28.413 según los datos oficiales, 44.000 según otras estadísticas.

Después tomaron la palabra Hernando Calleja, hermano del periodista José María Calleja, fallecido en abril; y la enfermera supervisora de Urgencias del hospital de la Vall d’Ebron de Barcelona, Aroa López. Calleja se arrancó la mascarilla en un gesto de rabia antes de tomar la palabra y acabó emocionando a algunos de los asistentes. Además de a su hermano, puso nombre a las frías cifras que desde hace 164 días aparecen en los informes de Sanidad: «Sara, que tenía 28 años, a José Julián, de Albacete, a Juan María, que era editor, de Consuelo, que era agricultora...». La enfermera lanzó otra losa a los corazones: «Nos hemos tragado las lágrimas cuando nos decían: ‘No me dejes morir solo’».

Mañueco deposita la rosa blanca. MARISCAL

Fue el primer homenaje laico del Estado. A diferencia de los celebrados por las víctimas de los atentados del 11-M o del accidente del Yak-42 no hubo rezos ni tinte religioso. Fue un acto sobrio y breve, 45 minutos que dejaron muchas imágenes para el recuerdo. Los asistentes, autoridades y pueblo llano se desplazaron por parejas para depositar las rosas blancas sobre el pebetero, cuya llama logró mantenerse encendida pese a las rachas de viento que azotaban el desnudo Patio de la Armería en el Palacio Real.

El despiste del Rey

También lucían mascarilla negra los Reyes, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Felipe VI sólo se la quitó para leer su corta intervención, y cuando regresó a su asiento la heredera de la Corona tuvo que recordarle que no se la había vuelto a poner, y el Rey la recuperó del bolsillo de su chaqueta.

El rey busca su mascarilla. MARISCAL

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