Diario de León

HOMO VIDENS

Cuestión de corazón

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Tal vez no haya ya marcha atrás. Tal vez León no se merece un club en la categoría de plata del fútbol español —por no ser más ambiciosos y aspirar a lo del 55/56 con las 12.844 almas que abarrotaban La Puentecilla—. O tal vez sean necesarios 41 años de idas y venidas, chupópteros varios, gestoras y cuñados, para mermar como Alicia pero al país de las pesadillas. Una vez dentro, restregarnos bien por el fango, coger verdadero complejo y cuando no se pueda caer más bajo echarle huevos al asunto para ver si así se vuelve a despegar. Porque si la Cultural no está en los play off de ascenso, si Rubén de la Barrera no logró mantener la categoría la pasada temporada, es por falta de sangre. Vale la mala gestión, vale la pésima planificación. Vale que la dilatada trayectoria de Aira haya salido rana de la que no aprovechas ni las ancas. Vale los fichajes de refuerzo —de menesterosidad— de invierno. Pero por encima de todas estas meteduras de pata hay un valor añadido que el Liverpool predica desde hace 126 años: corazón. Jugar al fútbol con corazón supone echar cojones, garra, actitud... Como si quieres llamarlo Carles Puyol o Raúl González Blanco. Pues tiene que venir Andy Kawaya, mozo belga de 1996, a poner su corazón en bandeja de una plantilla que, como bien describió mi compañero Pablo Rioja, tiene «muchos nombres y pocos hombres».

Duele, como aficionado, recordar la parsimonia con la que los jugadores se pasearon el dos de junio en Soria con un marcador de 1-0 hasta el minuto 79. Este año la tendencia ha sido un calco, pero a peor: sin esos apretones y achuchones finales con los que se salvaron tantos puntos.

Con lo que se le cae a uno la cara de vergüenza es con los cinco millones de presupuesto —el más alto de toda la categoría— que la Cultu ha desperdiciado groseramente. Los ‘estrellitas’ pasean sus cochazos por la ciudad mientras el aficionado hace maravillas para ir al fútbol los domingos. Éste último es el mal mayor para quienes soñamos con ver a un equipo ascendiendo. La faceta económica prioriza y tras este fracaso monumental lamento pensar que Aspire y los petrodólares están llegando a su fin. Aunque mirándolo con un poquito de perspectiva, tal vez sea algo positivo: si se acaba el dinero quizás vuelva el corazón. Y de eso saben nuestros vecinos del Bierzo. Les ha bastado con 1.991.000 euros para estar donde nosotros quisimos.

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