Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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T ururú y tararí... feliz año... y que este 15 sea de verdad niña bonita y resalá, que el 14 difunto nos salió feíto, pavo y cambiando la voz de silbato... feliz año... y que pasen pronto los alardes sentimentales de caridad y los cacareos benéficos que aún quedan... estamos en las fechas más propicias para contar dramas y sacar cuartos, ideales para causas justas, causas pijas y llorones... en realidad, la Navidad se reduce a un monólogo de escaparates y otro de caridades.

Ay, Juasús, Juasús.

Pero faltaba algo para completar este cosmos de campañas solidarias, fiestas a beneficio, apadrinamientos de negritos o bosques tropicales y calendarios de bomberos en cueros tapándose el mango con la manguera o enfermeras en bragas contra el ébola... faltaba una campaña de recogida de alimentos para mascotas, si señor, «ponga un perrito a su mesa por Navidad como antes se ponía un pobre» ¿o acaso no hay canes y gatos que las están pasando caninas y felinas?... lo hará una asociación leonesa recogiendo alimentos en uno de esos centros que son sólo escaparates... «deposite aquí su pienso perruno o frisquis pal gato, muchas gracias y felí Navidá».

Ay, Juasús.

Los emprendedores de esta campaña la justifican alegando que hay hogares que no pueden con los gastos alimentarios de sus mascotas, dándose incluso «casos extremos», dicen, como el de alquien de aquí que ha de renunciar a comer un día al mes para poder comprarle pienso a su perrito. Todo un drama. Dramón. Para la medicina china es muy saludable ayunar no sólo un día al mes, sino a la semana, así que Sócrates concluyó que, si ese ayuno se le convierte en un suplicio, bien podría comerse al animal como también hacen los chinos en platos carísimos y, así, «muerto el perro, se acabó la penuria»... resumido: más hambre pasó siempre el perro del ciego o del maestrescuela y nunca llegó el asunto a drama o alerta municipal. A Sócrates le miraron mal dos de la barra y uno le dijo ¡animal!, pero por lo bajo, sin atreverse... «llámame perro, pero dame pan», le replicó en alto el profesor... y se hizo un silencio crujiente.

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