Diario de León
Publicado por
PANCHO PURROY
León

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SOBRE los viejos manzanos del huerto y los chopos negros del soto, grisáceos por la escarcha, destacan las masas redondas, verdeantes, del muérdago, planta parásita que festejaban los celtas durante el solsticio de invierno. En las plantas hembra del argüellu, nombre que le dan en Picos de Europa, aparecen las bayas blancas, gelatinosas, que atraen a las aves frugívoras en este período de escasa comida. Bastan veinte frutos para dejar tieso a un hombre, por insuficiencia cardíaca, pero la molleja de un pájaro puede con los compuestos tóxicos. Rebatiña de mirlos, zorzales -comunes, charlos y alirrojos-, urracas y arrendajos, e incluso algún solitario petirrojo, acuden a engullir las bolas pringosas del visco o liga de Europa, cuyos frutos, hojas y corteza sirvieron para elaborar la liga. Tras degustar la pulpa, la semilla pegajosa, dentro de una cagada o regurgitada, puede caer sobre otra rama y dispersarse hacia otro árbol huésped. Para ello, en contra de lo habitual, germina a plena luz solar, sin necesitar oscuridad. Maravilla el conocimiento aplicado de los paisanos de los pueblos, su cultura heredada en un terruño sin lujos. Ya hay tanta pérdida de raíces populares que se habla de etnobotánica, una utilización de las plantas anclada en personas de campo que hoy algunos urbanitas juzgan anacrónicas, raza aparte. -El argüeyu es una planta que nace en los pumares y los chopos. El ganado lo come muy bien, por lo que se corta y echa en el establo en época de guerra, cuando las vacas no tienen ceba. Si malparía una vaca, dábamos el del avellano hervido, una semana, y se curaba. Se machaca toda la planta y se saca la liga; con ella se unta un palo y el pájaro queda pegado: lo hacíamos para cazar para comer. Guardo la imagen de Plinio: el druida galo, con hoz de oro, cosecha sobre una tela blanca el raro muérdago crecido en roble: tomado en infusión dará fecundidad a los animales estériles y remedio frente a todos los venenos.

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