La distancia de León

Escribo esta columna después de leer la noticia de que Santiago García, editor leonés, ha muerto a una edad muy joven para cualquier editor y para cualquier leonés: apenas cincuenta y dos años. Debo añadir que yo a Santiago García nunca le vi. Pero también es cierto que supe de él desde hace largos años. Y que hablé con Santiago por teléfono unas cuantas veces. Todas ellas en el curso 1984/85, que fue cuando él editó una revista llamada «León Quincenal» en la que publiqué algunos artículos de política ficción: bromas acerca del leonesismo radical, entrevistas con hipotéticos intelectuales de ese provincialismo y cosas por el estilo. Aquellas charlas telefónicas fueron gratas. Hablábamos en ellas de mis colaboraciones, y nos extendíamos luego, entre sarcasmos y risas, acerca de aquel leonesismo tan recio, iracundo y antivallisoletano. Luego sucedió lo previsible: la revista desapareció, y desde entonces, desde nunca ya, no volví a hablar con Santiago García, aunque leía a veces sus columnas, siempre sugerentes y bien escritas. El ejemplo de este editor, inquieto y perseverante, siento ahora que ilustra un viejo suceso: la gran distancia que, en tantos asuntos, media entre Ponferrada y León. Concretaría más esta observación para recordar el poco trato que existe entre lo que podríamos llamar la «intelligentsia» leonesa y las escuetas élites ponferradinas. Intuyo que Santiago García, como tantos otros leoneses de la capital que pelearon y pelean por la cultura y por el conocimiento y dignificación de nuestra tierra (sin localismos), seguro que tuvo muy poca relación, o ninguna, con sus naturales correspondientes del Bierzo. Es un hecho empobrecedor. Para ambas partes. Porque el Bierzo pertenece a León, guste mucho o poco esta evidencia histórica y administrativa. Y es por ello lógico que entre ponferradinos y leoneses vinculados a la industria cultural, por no hablar de otros ámbitos, exista una mayor relación. Es probable que el campus universitario de Ponferrada acabe siendo la clave de ese engarce tan necesario con la capital de la provincia. Mientras esa extensión y ese diálogo se decantan, reivindico a mis dos maestros Ramón Carnicer y Antonio Pereira. Ellos, tan bercianos, siempre fueron y son muy leoneses. Vinculados a la ciudad de León, a sus gentes y calles, a sus editores y personas de la cultura. Porque el Bierzo es muy pequeño y no conviene olvidar que también somos leoneses. Y que la ciudad de León es, cada día más, el altavoz de nuestro que hacer cultural.