Diario de León

DESDE MI RINCÓN Rita Prada

Asociaciones vecinales

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León

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Hace un par de meses empezó a madurar en mí la idea de que la campaña electoral que se avecinaba, cuya andadura y aterrizaje será la Casa Consistorial, iba a tener rasgos diferentes de campañas anteriores. El fuerte ambiente de crispación vivido durante meses en la ciudad parece que ha remitido, al menos externamente, pero volverá a renacer a medida que los días pasen y se acerque la hora de apostarse en la línea de meta luchando por un puesto de salida, en la mejor posición posible, para cuando el jurado baje oficialmente la bandera y dé comienzo la carrera. Mal avenidos y encima pare la abuela. A la legitimación de los partidos políticos por concurrir a unas elecciones está también la legitimación de cualquier colectivo vecinal que se encuentre y se considere capacitado para hacer lo mismo. Eso es obvio. La finalidad, supuestamente, es idéntica: participar y contribuir a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Tienen, por tanto, todo el derecho del mundo a considerarse los salvadores de los desatinos producidos por los políticos gobernantes de turno. Ante este derecho no existe réplica, medianamente justificada, para ir en su contra. Pero si existen razones para criticar la decisión de concurrir en esa carrera. No es lo mismo predicar que dar trigo; no es lo mismo movilizar a la ciudadanía desde un punto de vista totalmente objetivo y sin cuentas políticas que rendir que intentarlo desde un organismo politizado que terminaría convirtiéndose en el trampolín público de corredores oportunistas que, aprovechando que pasaban por allí, se suben al carro de la publicidad. Las asociaciones de vecinos hacen una labor encomiable en la defensa de los derechos de los ciudadanos reivindicando, obligando, y actuando de mediadores ante la clase política que muchas veces olvida las razones y promesas que en su día ofertaron a los electores y que ante intereses creados y ocultos pierden la perspectiva de la realidad cotidiana. No puedo creer que después de la experiencia sufrida por las AAVV en el año 1.979, desaparecida y absorbida al poco tiempo, alguien tenga la brillante idea de repetirla. En ese año la AAVV tenía más justificación, los partidos políticos eran embriones y la desconfianza reinaba por doquier. Hoy en día, probablemente exista esa desconfianza pero las condiciones han variado. Tengo una idea retorcida: ¿quién o quienes están detrás de que estas asociaciones de vecinos carguen con una responsabilidad que no les corresponde y que convertirá su buena trayectoria reivindicativa en papel mojado?. Hay mucho tiburón descolgado de las formaciones políticas.

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