Vino para una salud de hierro

Tradicionalmente el vino ha formado parte de la cultura mediterránea como un alimento más, que ha estado especialmente ligado a todo tipo de celebraciones tanto religiosas como populares. No ostante, aunque el consumo de vino es algo frecuente en nuestra cultura muchas veces han surgido dudas sobre si, debido a su contenido alcohólico, su consumo habitual no sería perjudicial para la salud. En el año 1992 Serge Rénaud habla en su estudio de la ya famosa paradoja francesa o lo que es lo mismo, de cómo los franceses acostumbran a incluir en su dieta mucha cantidad de grasa por lo que tienen altos niveles de colesterol y alto riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y sin embargo la incidencia de estas enfermedades entre los franceses es muy baja, a diferencia de los habitantes de los países nórdicos que no consumen habitualmente vino y sí muchas grasas. El estudio se basaba en que el hábito que tenían los franceses de acompañar las comidas con vino reducía en un 20% el riesgo de infarto o de accidentes cerebrales, debido al metabolismo de las lipoproteínas que aumentan el colesterol bueno y reducen el malo. A partir de la paradoja francesa han surgido numerosas publicaciones sobre los beneficios del consumo moderado del vino sobre la salud. Entre las que se encuentran las asociaciones como la Oficina Internacional de la Viña y el Vino, organismo intergubernamental que se ocupa de la investigación de los componentes saludables de este alimento, o Fundación para la Investigación del Vino y la Salud (FIVIN) que desde el año 1992 se dedica a estudiar los beneficios de la dieta mediterránea sobre el organismo haciendo especial hincapié en el vino. Está demostrado que el consumo moderado de vino ya no sólo es beneficioso para prevenir enfermedades de tipo coronario sino de tipo cancerígeno, diabetes o, incluso, de Alzheimer. Mario Martínez Pérez, médico psiquiatra y experto en vino y nutrición es de la opinión de que las personas de la tercera edad que beben uno o dos vasos de vino al día, tienen menos riesgo de padecer demencia senil y enfermedad de Alzheimer. Las células cerebrales en la enfermedad de Alzheimer están sometidas a elevados niveles de oxidación. Los compuestos polifenólicos antioxidantes del vino tinto podrían disminuir el estrés oxidativo del cerebro y por tanto el daño producido por la oxidación, retrasando el envejecimiento. La actividad preventiva biológica del vino se justifica por la presencia de numerosas sustancias fenólicas en el vino, bioflavonoides, fitoalexinas, ácido elágico, quercitina, rutina, catequinas y epicatequinas y resveratrol, debido a su potencial efecto anticancerígeno todas estás substancias. Los beneficios del vino también repercuten positivamente en los enfermos de diabetes, los compuestos fenólicos no sólo retrasan el envejecimiento de las células, sino que tienen una acción estrogénica que influye sobre algunas enzimas. El resveratrol, por ejemplo, posee cierta similitud estructural con los estrógenos, por lo que puede ser reconocido por receptores hormonales. Los beneficios de este alimento se consiguen con un consumo moderado en individuos adultos, es decir no más de dos vasos diarios al día, prefiriendo el vino tinto frente al blanco. No debemos preocuparnos tanto por un hábito razonable de consumo, sino más bien de educar a los jóvenes en la cultura del vino y la gastronomía, de aprender a disfrutar del placer de comer y beber siempre alimentos de calidad.