Diario de León

Del Bierzo por los cuatro costados

Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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EL BIERZO es una inocencia, nada que ver con la nostalgia. El Bierzo es un cuento al que llegó el vacío. Un cuento que yo trato de inventar cada día desde la tierra marina en la que vivo. Un Bierzo que me atañe, que es todo de tierra, que no tiene nada de cielo. Un Bierzo que es una muerte grande que está muy viva, cada vez más viva, también cada vez más muerta. El Bierzo se me fue poblando de imágenes año por año, lentamente. Resplandores al fondo, personas aéreas. Cosas conocidas, paisajes, cenizas y aguas. Pero también sueños que nunca llegaron a nada. Y que por eso resisten, o tal vez juegan. Intuiciones y anhelos que en el Bierzo se quedaron; que aún tienen allí su fuego, su luz, su vértigo. Y ahora, cuando ya sé que esa nada de los sueños es definitiva, ellos me buscan más que nunca. Mandan mensajes, y si yo me porto bien y les escucho, esos sueños hasta se convierten en palabras entre las manos. Luego vuelan. El Bierzo de un berciano que no vive en el Bierzo, pero que tiene allí a sus padres enterrados, y también la niñez completa, y tiempos secretos y dulces de la adolescencia y la juventud, ese Bierzo, ¿qué es ahora? Yo me respondo: un amigo raro, en blanco y negro. Y dicho esto me pregunto si yo debería decir estas cosas en un artículo, pero las digo. Porque la actualidad que más nos importa, a mí y a todos, es la que construimos contra la actualidad. Y porque juego a que nadie me va a leer. Aunque quiero que me lean. El Bierzo me construyó por el revés, como a tantos. Me dijo que me marchara, tenía razón en eso. Y me propuso que fuera triste durante unos cuantos años y lo fui, aunque me reía mucho entonces. Más que ahora. Luego, con el tiempo, el Bierzo se hizo un hermano mayor mío, un hermano que venía de todas las familias. Un hermano que me abrió la maleta de la memoria y que me dijo: ahí tienes el mundo que te toca, nunca habrá otro así. Lánzalo por ti y por los demás, desnúdate; métete en esas aguas. El Bierzo para quien no tiene casa en el Bierzo, y casi ningún amigo de la niñez, y el hogar paterno en la cabeza, ya sólo en la cabeza, el Bierzo ése, 30 años después de no vivir allí, continúa. Depurado hasta la nada y hasta el todo, como una música de lluvia. El Bierzo sigue, es un hombre al otro lado; un hombre que habla y que habla. El mismo Bierzo que me vuelve a llamar ahora, en esta tarde, tantos días, ya no sé si todas las tardes. Es una llamada que viene desde lejos y desde dentro. Y en un lugar sus ecos se juntan y todo vuelve a empezar.

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