Cuatro condenas, indemnizaciones millonarias y un enorme duelo

En el accidente del grupo Río de Fabero, que con el asesinato del que fuera su ingeniero parece resistirse a caer en el olvido colectivo, murieron ocho operarios. La mayoría, jóvenes veinteañeros de la cuenca. Luciano Iglesias era el mayor, tenía 41 años. Adelino Alonso acababa de cumplir los 32 y Tomás Abella los 34. Manuel García tenía 28, Manuel Tejón 26. Veinticuatro, Ramiro Guerra y Emilio Álvarez, y 21 Santiago Álvarez. Las esposas de los seis mineros que estaban casados recibieron como indemnización de la empresa once millones de la antiguas pesetas. Y los padres de los dos operarios solteros nueve. Además, la Audiencia Provincia estipuló también compensaciones para otros cuatro trabajadores que resultaron heridos graves. Hoy en día, en Fabero sólo sigue residiendo la mujer de uno de los infortunados, la de Ramiro Guerra. Las familias del resto buscaron tal vez un destino lejos del carbón que les permitiera ir olvidando el funesto accidente. El grupo Río de Combustibles aún duró en explotación otros nueve años. Su agonía empresarial acabó en 1993 con el cierre y el paso de toda la plantilla a Victoriano González. La reaparición del «fantasma» de Fernando Bernaldo, al que casi todos apodaban «El Ruso», devolvió ayer también a los faberenses otra imagen. La de más de 5.000 personas en los funerales por los muertos, en medio de un portentoso aguacero, y entre relativas escenas de tensión en las que se vieron envueltos desde el que era entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid, el director general de Minas, Juan Manuel Kindelam, o el subsecretario de Trabajo, Segismundo Crespo.