Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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QUE VIVIMOS en una sociedad bestial es algo obvio, que de vez en cuando conviene recordar, y de paso recordarnos nuestro ego cainita, inquisidor, asesino, ese ego o ello instintivo, tan propio de la especie humana, que no es capaz de ponerse en el lado del otro, como por otra parte haría un buen budista. «No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti». Pero en nuestra sociedad gamberra lo que importa es uno y siempre uno, «yo y mis coleguillas», como dicen ahora algunos rapacines, que no tienen ni media hostia, aunque ellos las aticen al prójimo a la primera de cambio. «El burro delante para que no se espante». Que los guajines del yogur, la coca cola y el paso de todo, incluso de ti, viejo, vieja, maestro, maestra, etc, son unos desmadrados, a los que sus padres no han puesto frenos ni la sociedad/suciedad se ha preocupado por ello. Con la sangre contaminada por el ruido informativo, los niñines resultan violentos acá y allá: en Medellín, Río de Janeiro y Ponferrada. No quieren normas, ni disciplina, sólo quieren ser ellos y para ellos. Su falta de espíritu de sacrificio y su analfaburrismo les impide ver más allá de sus napias abotargadas. No todos son giligaitas ni mucho menos. Mas algunos parecen salidos de las cavernas prehistóricas en ese su afán por devorar a sus semejantes. En otros tiempos, no tan lejanos, a los chavalines nos tenían acojonados. Eran tiempos de represión y no se movía ni el apuntador. Y quienes tuvimos algún maestro hijo puta ni nos meneábamos. Y si lo hacíamos nos caían por todos lados, incluso a alguno se le cayó una oreja, cual si fuera un mártir Van Gogh, luego de que el tirano maestro le bajara un reglazo en toda regla (valga el rebuzno). Pero ahora son los mequetrefes quienes apalean a los profes y a sus compañeritos. Como viene ocurriendo, por desgracia, desde hace algunos años. Y como sucediera hace unos días en el Bierzo. Tres mocosas le parten una pierna a otra, pobreciña, en una agresión a la salida de un instituto. Ahí queda eso. Pese a las sucesivas reformas legislativas, sabemos que la enseñanza española sigue a años luz de las mejores del mundo. Antaño los «escuincles» tampoco éramos almitas de la caridad, sin embargo nuestras peleas estaban regidas por códigos de honor. Y dentro de la bestialidad había como ciertos respetos. Por supuesto, nunca nadie, que sepa, le rompió la madre a nadie.

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