Del error al horror

A PUNTO está de concluir una semana que ha sido tremendamente dura para dos familias, las de las dos policías violadas, torturadas y asesinadas hace cuatro años en la localidad catalana de L'Hospitalet. Noceda del Bierzo y Toral de los Guzmanes, de donde eran oriundas, lloraron en su día con hondo dolor y contenida rabia el trágico suceso que truncó para siempre la existencia de dos muchachas que se encontraban en período de prácticas y tenían toda una vida por delante. Una vida que se encargó de convertir en cruel muerte el presunto asesino, un recluso que precisamente aprovechó un permiso carcelario para cometer el doble crimen. Del juicio que esta semana se ha celebrado al respecto, y que ha quedado visto para sentencia con la petición por parte de la Fiscalía de casi 103 años de cárcel para el acusado, a parte de las necesarias y duras descripciones de la escena del crimen detalladas por miembros de los cuerpos policiales y de los bomberos, hay que hacer hincapié en los informes médicos relacionados con el imputado, de quien los psiquiatras han dicho durante el juicio que posee una personalidad psicopática, la cual a pesar de ello no le impide discernir entre el bien y el mal. Teniendo en cuenta este diagnóstico del imputado en el doble asesinato, uno no puede más que reflexionar introspectivamente sobre hasta dónde son capaces de llegar los instintos del ser humano, aún rigiendo criterios morales en su interior. La mente humana es como el universo, inmenso y desconocido; también como la madre Naturaleza, capaz de las más bellas creaciones y de las más aterradoras destrucciones; incluso es como una tormenta de granizo, imprevisible. Lo que sí se debe y puede prevenir es que determinados sujetos, reincidentes en sus fechorías, gocen de beneficios penitenciarios ante razonables dudas e indicios de que a la mínima se subirán de nuevo al vagón del mal. Se hace difícil tener que hablar de la vía de la reinserción en el caso de un individuo reincidente, que es capaz de diferenciar entre lo que está bien y está mal, y que aprovecha la primera ocasión que se le presenta para no sólo elegir la senda del mal, sino además ejercerlo de una forma que dejaría pequeña una gran lista de los más terribles calificativos para describirla. No sólo se debe impartir y hacer justicia; es vital que el complejo entramado jurídico esté escrupulosamente coordinado y se dote de los mecanismos legales necesarios en materia de prevención, susceptibles de ser aplicados en determinados casos.