Diario de León
Publicado por
ernesto escapa
León

Creado:

Actualizado:

Esta semana del tardiego mojada por las lluvias casi siempre cae después de San Froilán, que es nuestro último festejo callejero. Y pasa todos los años, un poco antes o más tarde. Lo que no suele ocurrir siempre es esta granizada de pestilencia, que tiene atufada la calle. Quiero decir, en primer lugar, las golferías con la pasta de los demás, y también los apaños, que tanto afectan al malestar de la gente. Sin mirar al ébola de la ministra Mato, aquella chica para todo que Aznar trajo a Valladolid con su pareja del Jaguar. Un día le encargaron la Sanidad y ahora el sector está como está. Hecho unos zorros. El grifo del descaro suelta un chorro hediondo que mezcla el pillaje de Pujol con la ratería de Villa, el sindicalista minero que tosía alto en la fiesta de Rodiezmo. Los dos con el mismo truco del lavado de millones ocultos. Y de postre, las tarjetas clandestinas que desplumaron el ahorro de nuestros mayores confiado a las Cajas de Ahorros.

Como no había bastante liquidez para la voracidad insaciable de estos pajes, primero jugaron a inversores turulatos, luego se repartieron créditos que nunca van a pagar, y por último echaron mano del ahorro de los viejos. De forma oscura y tramposa; precisamente ellos, que eran los representantes del interés general en el gobierno de las entidades. Ya sé que son asuntos que no se deben confundir, para evitar la indulgencia de la catástrofe. Así que paso a paso, pero sin distracciones.

Hasta ahora, creíamos que los pajes del ahorro habían jugado el papel de tontos útiles para dar la cobertura de su representación al saqueo de las Cajas. Iban allí en nombre de sindicatos, de los partidos, de entidades sociales, para vigilar el buen gobierno del dinero ahorrado por gente laboriosa, que no tenía costumbre ni hábito de trabajar con bancos. Dinero, sobre todo, de los pensionistas, que sabían que sus réditos ayudaban a fines sociales. Confiaban tanto en aquellas entidades centenarias que ni siquiera fueron conscientes de que las habían ocupado buitres. Así que los engañaron con aquella trampa de las preferentes y demás modalidades de timo, que consistía en convertir sus ahorros a plazo fijo en productos volátiles. Sin subirles el interés, por supuesto, que esa bicoca era para los listos.

Un par de años después, con muchas de las víctimas ya fallecidas, los juzgados están reparando el despojo, al devolver a las familias las cantidades sustraídas. Pero aquel dolor angustioso del engaño nunca encontró reparación. Sólo faltaba el escarnio de las tarjetas clandestinas para redondear la sensación de atropello. Se ha dado a conocer el chanchullo en Caja Madrid, donde el mayor descaro corresponde a un paisano nuestro, el comunista de apellidos beatíficos: José Antonio Moral Santín. También las hubo, al menos, en Caja España, y lo que ahora toca es saber su manejo. Quién, cuánto, dónde y para qué. Sin más disimulos y caiga quien caiga. Que ya es hora de poner cara a los causantes de tanto dolor a nuestros mayores.

El pregón de los presupuestos, cuando esperan las urnas a la vuelta del invierno, permite casi todo. En especial, si al otro lado no hay nadie capaz de mantener el pulso y exigir lo debido. Le está pasando a León con el apeadero de alta velocidad y con la autovía de la risa. Y no puede ser.

tracking