Diario de León

Reportaje | emilio gancedo | la historia del mundo en una sola jornada

Filosofía en tiempos de facebook

¿Cómo hacer comprender al público juvenil los grandes y pequeños descubrimientos que han jalonado la historia de la Humanidad? Rogelio Blanco, director general del Libro y le

El escritor, sociólogo y filósofo Rogelio Blanco.

El escritor, sociólogo y filósofo Rogelio Blanco.

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

«Edwardo, un día, al levantarse, decide coger un cuaderno y copiar todo lo que ve; y desde que se levanta observa que la lista es interminable». Así presenta Rogelio Blanco al protagonista y único personaje de su nuevo libro, Un día cualquiera. El diario de Edwardo , publicado por la editorial leonesa Eolas y que verá la luz dentro de dos semanas.

Blanco, leonés de Morriondo de Cepeda y director general del Libro del Ministerio de Cultura, emprende en este ensayo la arriesgada tarea de acercar al público juvenil el trasfondo histórico de todos y cada uno de los actos cotidianos -"ejecutados casi siempre de manera inconsciente-" que emprende una persona normal a lo largo de un día de su existencia. Edwardo Kingston Pérez es «un joven reflexivo, con alma de filósofo» que se pasa los días «realizando preguntas, máxime desde que oyó o leyó que lo importante no son las respuestas sino las preguntas».

Pero Edwardo, como explica Rogelio Blanco, «no quiere acudir ante los dioses para recibir respuesta a sus preguntas. Desea resolverlas por sí mismo». «No es que desconfíe de los dioses -"continúa-", sino que entiende que con las fuerzas racionales de las que dispone debe hallar la respuesta; y sus preguntas, por otro lado, no las considera trascendentales, sencillamente son cuestiones acerca de la realidad próxima de los objetos que manipula, de los que necesita para vivir, con los que se roza y toca».

Por sus propios medios. Y es que Kigston, a quien le motejan de «sudaca» o «moro» los chicos de su barrio, sabe bien, como recuerda Blanco, «que ha venido de fuera , que su familia no es rica, que en el mundo hay muchas cosas que ni entiende ni le gustan, que siempre aparecen -˜los brujos de la tribu-™ para explicar con aparente facilidad lo que luego no aclaran y, además, oscurecen lo que entiende como obvio».

Por eso, con ayuda de libros, manuales de Historia de la Filosofía y, cómo no, de Internet, emprende la ardua tarea de desentrañar los gestos diarios de su existencia, pues sospecha de la gran significación de lo «aparentemente pequeño».

Y éstas son las primeras líneas de su cuaderno preciado: «Cada día al levantarme de la cama, un mueble diseñado inicialmente en Oriente, retiro las sábanas y las mantas que me protegían del frío. Las sábanas, de algodón, son mi deuda con los habitantes de la India que domesticaron a esta planta; si hubieran sido confeccionadas con lino o seda, otros grupos asiáticos serían los artesanos primeros. Por el contrario, la manta de lana es deuda con los habitantes neolíticos que domesticaron la oveja en las culturas mesopotámicas».

¿Qué hace después? Como es lógico, asearse: «La higiene se ha mostrado como mandato religioso en todas las culturas. En la India, 3.000 años a.C., se han localizado instalaciones sanitarias privadas, también en Pakistán, lo atestiguan las excavaciones minoicas (2.000 años a.C.), y en Egipto (1.500 a.C.) ya se han descubierto desagües y tuberías de cobre para el agua fría y caliente. La ley mosaica, normas citadas por los reyes David y Salomón (1.000 a.C.), obligaba tanto a la limpieza corporal como moral. En este orden de imposición religiosa, lo mismo sucede con la religión cristiana y la islámica».

Rogelio Blanco sigue rastreando el origen de todos los movimientos de su personaje: «Las primeras manifestaciones del baño aparecen en Escocia (8.000 a.C.), el wáter moderno con cisterna es inglés, de finales del siglo XVIII, a finales del XIX y en Estados Unidos se inventó el papel higiénico y de principios del XX son los kleenex (1924) en EE.UU. ¡Qué caray!, en el 3000 a.C., los egipcios ya usaban el cepillo de dientes y en 2.000 a.C., la pasta dentífrica». Que los hombres ya se afeitaban hace 20.000 años o que el primer intento conocido de dentadura postiza lo produjeron los etrurios hace 800 son otros detalles consignados.

Y es que la precisión histórica de esta obra alcanza límites sorprendentes: «Me cubro -"escribe Edwardo en su cuaderno-" con unos pantalones (siglo XVII en Italia), aunque sean vaqueros (1860, San Francisco) y una camisa (siglo XVI, Europa). Si me colocara una corbata debía pensar en Croacia; si me cubro con un sombrero, en China; si me pongo guantes, en el Este de Europea desde hace 10.000 años. La cremallera de mi pantalón es de 1893, proveniente de Chicago, pero los botones de la camisa tienen 4.000 años de historia y se empezaron a usar en el sur de Asia. Mas los fijadores de mis zapatillas llevan velcro, que se lo debo al suizo George de Mestral, montañero suizo quien durante una excursión alpina observó cómo se agarraban las semillas de arrancamoños a sus calcetines. Y esta observación, en 1950, le hizo millonario».

Rastreando el pensamiento. Y tras este pormenorizado análisis histórico de los actos y objetos ordinarios, le llega el turno al movedizo mundo de las ideas: desde el espinoso tema de los nacionalismos («el temor a perder la identidad fuerza la creación de fronteras y alambradas», «es un ídolo violento que exige sangre, que exige lo mejor de sus víctimas: la libertad», escribe Blanco a través de Edwardo) y de la identidad y el mestizaje («las culturas son miscibles, pueden mezclase sin límite», «la mezcla no significa la disolución del individuo, pues la identidad en una persona es la interiorización por parte de quien se pone frente a un grupo de interlocutores») hasta la propia esencia del pensamiento («estamos obligados a entendernos con la realidad a fin de no enmarañarnos en sus sombras», explica Blanco, filósofo de carrera).

No faltan conclusiones de calado, útiles para el día a día: «Diálogo, mestizaje y defensa de la pluralidad de la unidad es la propuesta frente a la imposición, a los fundamentalismos, a la uniformidad, al irredentismo, a los etnocentrismos. Desde Sócrates, el diálogo es un perenne referencial de reflexión». O «la utopía no es cosa de dioses sino de hombres; su lugar y tiempo es el de los hombres. Confiemos, pues, en nuestras posibilidades. Existen». Son las últimas palabras del cuaderno de Edwardo.

tracking