Diario de León

Los crímenes de Atapuerca

Los expertos han podido reconstruir numerosos asesinatos en el yacimiento

Ana Gracia, doctora en Biología y Paleontología.

Ana Gracia, doctora en Biología y Paleontología.

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juan lópez | burgos
León

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Miguelón decidió ubicar la residencia de su clan familiar, al menos temporal, en la Sierra de Atapuerca, hace 500.000 años. No se sabe por qué, pero un día otro congénere suyo le propinó un golpe en la cabeza, quizás con una piedra tallada que los homínidos elaboraban para defenderse, o quizás con otra cualquiera. El caso es que recibió tal impacto que le deformó el cráneo y puede que le causara la muerte, aunque también pudo fallecer por enfermedad.

500.000 años más tarde, Miguelón es un emblema de las investigaciones realizadas en el extraordinario yacimiento burgalés al estilo de la serie CSI, las siglas de Criminal Scene Investigation. Se trata de un Homo Heidelbergensis que vivió en la Sierra y es uno de los individuos que más datos han aportado a los científicos que allí trabajan, como Ana Gracia, una de las investigadoras del lugar, que nos recuerda que gracias a los trabajos del profesor Ignacio Martínez sabemos hoy que Miguelón y sus compañeros de la Sima de los Huesos poseían un aparato auditivo similar al nuestro y que, por lo tanto, muy probablemente eran capaces de escuchar y hablar como nosotros.

En la Gran Dolina de Atapuerca se han encontrado restos que datan de más de 800.000 años. Y es que nuestros antepasados, desde los hombres que vivían en las cavernas hasta hoy en día, se han caracterizado por luchas violentas que en muchas ocasiones terminaban en tragedias humanas. Buen ejemplo de ello es ese gran yacimiento burgalés, la Gran Dolina, donde los investigadores han encontrado restos de, al menos, once hombres, mujeres y niños fósiles de Homo Anteccesor que presentan, casi todos, restos de marcas de corte: pequeñas líneas paralelas en las zonas de inserción de los músculos y tendones, una prueba irrefutable de que fueron descarnados, tal y como afirma Ana Gracia, quien matiza que es imposible distinguir si les dieron muerte para comérselos o los consumieron después de fallecidos.

1397124194 Escena criminal. Casi un millón de años más tarde, las escenas de crímenes sin resolver se reabren en Atapuerca al estilo de CSI, siglas que todo el mundo relaciona rápidamente con una serie americana de televisión, si bien es una de las expresiones más utilizadas en el ámbito de la investigación: cuerpos deformados que sitúan el contexto de una escena criminal, malheridos, objetos que pueden determinar un tipo de muerte, sangre, coches, ropa-¦, pero también huesos, muchos huesos, característica primordial de la sierra burgalesa y que tienen en común los yacimientos de Atapuerca y cualquier escena de un crimen que pueda tener lugar en cualquier parte del mundo, en un día D y en una hora H.

El caso es que el proceso de descifrar lo que pudo ocurrir desde que se encuentra un cráneo u otro hueso con alguna evidencia antrópica comienza en la propia excavación: se procede a su limpieza, identificación, reconstrucción y análisis, es decir, casi de idéntica forma que el tratamiento otorgado a una escena criminal actual. Hay que tener en cuenta que sólo un lanzazo, hallando la pieza causante en una zona letal, podría ser un indicio concluyente de una causa de muerte criminal. Normalmente, en hueso seco es imposible distinguir entre un golpe producido en vida y causante de la muerte y uno propinado justo después. Para dar con las respuestas, los investigadores utilizan todas las técnicas que están en sus manos. La metodología es básicamente la misma que para casos del siglo XXI, ya que se aplica el método científico: observación de los datos, planteamiento de las hipótesis, contrastación e interpretación de los resultados.

Es decir, analizando -˜organolépticamente-™, con lupa, microscopio, TAC, radiografías, programas de simulación, estudio del lugar donde han aparecido los restos -“el equivalente a la escena del crimen-, su relación con otros huesos y objetos en el yacimiento-¦y si se puede, mediante análisis histológicos, químicos, sedimentológicos, se intenta descubrir el porqué de esos restos en ese lugar.

En cualquier caso, las investigaciones son complicadas y los instrumentos fabricados con madera no han llegado hasta nuestros días en yacimientos de la Península Ibérica, algo que sí ha ocurrido en Schöningen (Alemania), donde han aparecido lanzas muy bien trabajadas en madera de abeto. Por lo tanto, se puede concluir que las únicas armas potenciales recuperadas en Atapuerca son las piedras, talladas o en cantos.

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