Diario de León
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Opinión | luis caro dobón (*)

Si se lee con detenimiento la noticia aparecida sobre los restos de La Braña-Arintero, resulta que sólo se ha descifrado el 1,34% de ADN de uno y un 0,53 % de otro. Son los restos óseos de dos personas del Mesolítico de hace 7.000 años, que superan en 1.700 años de antigüedad los restos de Ötzil, descubiertos en el norte de Italia, aunque el hombre de Ötzil es un cuerpo momificado de forma natural por efecto del hielo, acompañado de todo su ajuar, lo que ha proporcionado información muy relevante sobre su modo de vida. En nuestro caso, el estudio genético de los restos de Arintero permite concluir, según sus autores, que «las poblaciones ibéricas actuales no proceden genéticamente de estos grupos del Mesolítico» de Arintero. Sin embargo, los de Arintero no son un grupo, tampoco una población, son dos personas, y se necesitan más personas y más investigación para mantener esa conclusión.

Sin quitarle importancia a la investigación, que la tiene, ¿se puede decir que durante el Mesolítico toda Europa era una población muy estable?, y ¿homogénea genéticamente?, añado. No, en mi opinión, por ahora. El Mesolítico es una fase corta, de grandes cambios climáticos, florísticos y faunísticos, de transición entre la desaparición de los hielos permanentes y la llegada del Neolítico. Los restos de Arintero son Homo sapiens. De la misma especie que todos los humanos actuales. Nuestra especie se originó en África, en Etiopía, hace unos 195.000 años, en las riberas del río Omo, cerca de su desembocadura en el extremo norte del lago Turkana. Estos fósiles de Etiopía son los restos más antiguos que se conocen de humanos de aspecto moderno, y forman un conjunto heterogéneo, ya desde el inicio de nuestra especie, diferencias que algunos autores piensan que pueden ser explicadas como expresión de la variabilidad dentro de la misma especie.

Los descendientes de estos humanos de aspecto moderno se extendieron por toda África, y los encontramos en los yacimientos de Skhul y Qafzeh de Israel hace unos 100.000 años, dicho de una forma rápida. Tampoco estos fósiles presentaban una morfología semejante entre ellos, pero todos son Homo sapiens, como nosotros. Sin duda, el espacio y el tiempo son responsables de esta variabilidad intraespecifica de los humanos modernos que ha llegado hasta nosotros. Solo basta mirar la diversidad de la humanidad actual.

Los Homo sapiens llegaron a Europa desde Medio Oriente hace unos 40.000 años. Su dispersión por todo el Viejo Mundo, y el tiempo transcurrido desde entonces, ha dado origen a la diversidad humana actual, por adaptación a los diferentes medios. Sabemos, pues, que nuestra especie es polimórfica y politípica desde sus orígenes, algo que ya ocurría también con el neandertal, por ejemplo, que también es prehistoria, y del que se conoce su genoma. Al estudio de las poblaciones humanas modernas desde la Antropología Física y de la Arqueología, ha venido a sumarse el estudio de la estructura genética de las poblaciones desde la Antropología Molecular.

Esta coordinación de disciplinas ha permitido que se pueda establecer un orden razonable de acontecimientos en el estudio de la dispersión de las poblaciones humanas, que nos ayuden a entender este complicado proceso. Al finalizar el Mesolítico, al que pertenecen los hombres de Arintero, llega lo que algunos llaman la revolución neolítica, con los primeros asentamientos humanos importantes, la generalización de la agricultura y la ganadería, de la estructura agropecuaria, en fin, que ha llegado hasta nuestros días.

A partir del Neolítico, la dinámica de las poblaciones humanas es mayor. Aun no sabemos «cómo se han modificado los genomas europeos en el Neolítico», en palabras del autor, pero el conocimiento del ADN mitocondrial es insuficiente, ya que representa una porción muy pequeña del ADN nuclear, y de éste apenas se ha descifrado un 1% de los de Arintero, información insuficiente, por ahora, para afirmar que «estos individuos no están relacionados con las poblaciones actuales del sur de Europa».

Habrá que esperar a la obtención de nuevos datos genómicos de los restos de Arintero. Y no podemos olvidar que la península Ibérica se ha comportado durante la prehistoria como una isla respecto al resto del continente euroasiático, en un lugar de refugio de poblaciones venidas del resto del continente.

(*) Profesor de Antropología Física en la Universidad de León

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