Diario de León

Un Patrimonio en el pozo

El Pozo de Ibarra ingresa en la Lista Roja sólo días después del palacio de Orallo y la iglesia de Valdavida.

El impresionante castillete del Pozo Ibarra, una especie de ‘torre Eiffel’ de la minería

El impresionante castillete del Pozo Ibarra, una especie de ‘torre Eiffel’ de la minería

León

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El Patrimonio leonés se hunde. El Pozo Ibarra, emblema de cien años de historia minera, es el tercer BIC que ingresa este mes en la Lista Roja, una relación de construcciones en ruina. León tiene ya en esta nómina 18 monumentos, aunque la realidad es más cruel. Sólo Soria y Palencia están por delante en un ránking que evidencia el desmoronamiento de iglesias, ermitas, castillos, palacios y, ahora también, el patrimonio industrial.

El Pozo Ibarra de Ciñera está en la lista de Hispania Nostra a petición de Ecologistas en Acción, porque corre el riesgo de desaparecer, «por enterramiento», bajo la escombrera de la explotación de carbón a cielo abierto Corta Pastora que hay a escasos metros y que la Hullera Vasco-Leonesa prevé ampliar. La empresa minera había planificado desplazar 200 metros el imponente castillete del Pozo Ibarra, auténtica obra maestra de la ingeniería de su tiempo (1930), una especie de ‘torre Eiffel minera’, pero los ecologistas consideran que ello supondrá «descontextualizarla».

El castillete con el ascensor de bajada a la mina, formado por una estructura de hierro, se mantuvo en uso hasta 1997 y fue declarado BIC con categoría de Conjunto Etnológico en 2011.

En el Diario de León de la época, a propósito de la inauguración del pozo se publicó lo siguiente: «Es un modelo de instalaciones modernas, pues van completamente aunados la instalación industrial con todos los adelantos modernos y el confort obrero, haciendo que un minero, después de terminar su labor, al abandonar las negras entrañas de la tierra, se encuentre con un cuarto de aseo donde puede quitarse la suciedad y llegar a casa tan decente como si viniera de una oficina». Ahora, 83 años después, el conjunto industrial goza de la máxima protección y tutela que reconoce la legislación de Patrimonio Cultural, de ahí que los ecologistas consideren que «no tiene amparo legal la pretensión de la Hullera Vasco Leonesa de preservar únicamente el castillete del pozo, separándolo del conjunto para reubicarlo en otro lugar, destruyendo el resto de los inmuebles protegidos por la declaración, así como el suelo y subsuelo donde se asientan».

Todo un ingenio

El pozo de Ciñera se encuentra en unos terrenos donde ya se explotaba el carbón en el siglo XIX. Según el espléndido archivo de la Hullera —con más de un kilómetro de documentos— Francisco Miñón vendió su concesión a los socios de Hulleras de Ciñera, una sociedad que se constituye en Bruselas en 1900. La compra de Hulleras de Ciñera en 1910 por 1.195.000 pesetas a Enrique Faura fue la primera operación de gran envergadura de la Hullera Vasco-Leonesa para crecer de tamaño y afrontar una organización más compleja.

En 1929 el informe del ingeniero Mario Zapatero —que con anterioridad había trabajado en Duro Felguera— describe que el ‘pozo maestro’ tiene ya una profundidad de 112 metros y también alude al castillete, cuyo peso estima en 55 toneladas y un coste de 50.000 pesetas.

En 1930 se termina de profundizar el pozo en los 150 metros proyectados, se terminan las casas de máquinas y oficinas y se monta la máquina de extracción, así como el castillete, obra de Construcciones Juliana (Gijón). La inauguración del pozo se produce en noviembre por el recién nombrado presidente de la Hullera, Francisco de Ibarra, que acababa de llegar al cargo al fallecer en agosto el marqués de Mac Mahon.

El pozo también sufrió el zarpazo de la Guerra Civil. En septiembre de 1937, fue escenario de enfrentamientos entre ambos bandos. Hubo muertos y las instalaciones fueron destrozadas e incendiadas.

Ahora, el Conjunto Industrial del Pozo de Ibarra figura en la Lista Roja de Hispania Nostra como «abandonado» y «en proceso de desmantelación». Este mismo mes la Lista Roja de Hispania Nostra admitía otras dos construcciones en un delicadísimo estado de conservación: el palacio de Orallo y la iglesia de Valdavida.

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