Diario de León

CULTURA ■ ARTE RUPESTRE

Villarino esconde la clave de los petroglifos leoneses

Hallan en el Bierzo una losa con un grabado que imita las pinturas rupestres de la cueva de Librán Es el primer petroglifo leonés que representa la figura de un animal.

Alejandro Fernández señala el petroglifo; a la derecha, José Anglés, descubridor de varios petroglifos en los Ancares. M. A. GONZÁLEZ

Alejandro Fernández señala el petroglifo; a la derecha, José Anglés, descubridor de varios petroglifos en los Ancares. M. A. GONZÁLEZ

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verónica viñas | león

La losa de un jardín de Villarino del Sil podría ser la clave para descifrar los petroglifos leoneses. Una especie de piedra de Rosetta, la estela que permitió desentrañar en 1822 el lenguaje jeroglífico.

El grabado, previsiblemente del Calcolítico y reutilizado como pavimento en un patio, procede del paraje denominado ‘La Escrita’ —un nombre absolutamente revelador—, donde al parecer había decenas de petroglifos similares que fueron extraídos hace décadas y utilizados en viviendas particulares.

La peculiaridad es que existe una conexión entre este petroglifo y las pinturas prehistóricas de la cueva de Librán —a una distancia de 54 kilómetros—. Es la primera vez que aparece en León un petroglifo con la figura de un animal. Hasta ahora, todos los localizados en Maragatería, Cepeda, los Ancares y el Bierzo por Juan Carlos Campos, un aficionado a la arqueología que ha batido parte de la provincia en busca de grabados rupestres, tenían tallados laberintos, surcos o cazoletas. El de Villarino del Sil, encontrado por Alejandro Fernández Díaz, a quien Campos ha contagiado la ‘fiebre’ del arte rupestre, representa a un zoomorfo. Un dibujo esquemático que podría ser un cánido —un perro, un zorro o un lobo—, muy parecido a los que decoran las paredes en la cueva de Librán. Está hecho con cinco trazos verticales, que representarían las patas y la cola del animal, y dos horizontales para la cabeza. En Librán hay una escena de caza o de pastoreo en la que dos hombres caminan junto a dos cuadrúpedos grandes y dos pequeños, probablemente perros, muy parecidos al del grabado de Villarino del Sil.

Es posible que los autores pertenecieran a la misma comunidad. Lo que difiere es el soporte y, tal vez, la intención de los artistas. Del mismo modo que el conjunto pictórico de Librán se halla en un lugar abrigado y poco accesible, los petroglifos también se encuentran en lugares apartados. Campos considera que es posible que tuvieran distinta finalidad. Falta averiguar si los petroglifos maragatos son las primeras manifestaciones de escritura y cuál es su significado; un enigma que nadie ha conseguido desentrañar hasta la fecha. Podrían estar vinculados con ritos de iniciación o ser expresión de las creencias y la espiritualidad de estos grupos humanos.

Campos lleva nueve años localizando petroglifos y desde entonces ha tejido una red de buscadores que contactan con él cuando creen haber encontrado un grabado prehistórico. El departamento de Prehistoria de la Universidad de León certificó que los espectaculares petroglifos de Peñafadiel descubiertos por Campos eran del Calcolítico —período intermedio entre el Neolítico y la Edad del Bronce—, de unos 5.000 años de antigüedad. Una de las mayores autoridades en laberintos, el norteamericano Jeff Saward, que se desplazó hasta Maragatería alertado por Campos, se quedó impresionado y afirmó en la revista Caerdroia que «los laberintos de la provincia de León son uno de los más difíciles de explicar».

Campos, que hace seis años publicó Petroglifos en Maragatería, donde contaba todos sus hallazgos, está ultimando un nuevo libro, que se titulará Grabados rupestres en la provincia de León, donde aborda todos los nuevos grabados que aparecieron con posterioridad.

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