Diario de León

Monseñor sale a cabalgar de nuevo

Luis y Eduardo López Casado expondrán en el Racimo de Oro sus peculiares visiones pictóricas del Medievo y del fututo El primero de ellos nos dejó hace una década.

Una de las características revisiones que Monseñor hacía de miniaturas románicas. CUEVAS

Una de las características revisiones que Monseñor hacía de miniaturas románicas. CUEVAS

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marcelino cuevas | león

Algo habrá que hacer, y pronto, si no queremos que los personajes leoneses del siglo XX se evaporen en el olvido. Sobre todo aquellos que dedicaron su vida a la cultura y el arte. Hace unos días me permití hacer una encuesta informal entre jóvenes de menos de treinta años preguntando: «¿Sabes quién fue Monseñor?» No tienen ni la más remota idea. Y eso que Luis López Casado, ilustre pintor del románico y la abstracción simbólica, nos ha dejado apenas hace una década.

Pero Monseñor cabalgará de nuevo muy pronto. Y lo hará en su hábitat particular: el Barrio Húmedo. La singular bodega del Racimo de Oro, que antes fuera Bodega Regia, conserva algunas de sus obras más interesantes y estas, unidas a otras que atesoran diferentes coleccionistas, formarán parte de una exposición temporal a la que se unirán los trabajos de Eduardo López Casado, hermano de Monseñor y también artista leonés olvidado, en este caso por vivir largo tiempo en la vecina Asturias. Con Eduardo López Casado hemos visitado el último estudio de Monseñor en Villar de Mazarife, allí donde quiso retirarse del mundanal ruido para dedicarse por igual a la pintura y a recibir peregrinos santiaguistas en un ramal del camino que en parte se inventó el inefable Luis. Allí se conservan sus útiles de trabajo y algunos de los últimos cuadros en los que trabajó junto con una gran documentación que habrá que ordenar y archivar para preservarla también del olvido.

La vida no se lo puso fácil a Monseñor. Su acceso al arte fue casi de forma autodidacta, aunque recibió los impagables consejos de Saturnino Escudero, un cura dedicado al arte antiguo que le introdujo en el mundo de los pergaminos, los panes de oro, las veladuras, la pintura sal huevo y todo el abigarrado escenario creativo del Medievo.

Pero Monseñor hizo la mayor parte del camino en solitario viviendo mil años atrás, como un intrépido viajero en el tiempo. Luis López Casado dejaba sus vírgenes y crucifijos, sus damas y trovadores en el estudio y volvía a la realidad cuando llegaba al Barrio Húmedo, mientras, en la penumbra de su estudio, vivía en una nube, pintaba sobre viejas tablas y reinventaba pergaminos que habían pertenecido a vaya usted a saber qué cantoral olvidado, para llenarlos de historias nuevas, de argumentos que llegaban directamente a sus pinceles desde el año mil.

Por su parte la pintura de Eduardo López Casado es mucho más actual. Como contraste, en sus cuadros se acumulan historias que hablan de sucesos que vendrán, de mundos nuevos, de escenarios que aún no han llegado y de los que es afortunado profeta con sus lienzos.

Pronto los veremos.

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