Diario de León

FERIA DE SAN ISIDRO

El toro más difícil de la feria

El segundo toro de la tarde, Segador, intenta saltar la barrera tras salir de los chiqueros

El segundo toro de la tarde, Segador, intenta saltar la barrera tras salir de los chiqueros

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Barquerito - MADRID.
León

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El paseíllo se hizo bajo la lluvia. El ruedo, embarrado y parcheado; las rayas, sin pintar; algunos pitos de protesta al empezar una de las corridas más temidas de San Isidro. Dentro de ella, el toro más difícil de la feria. Pero también uno de los más bravos del abono. Los dos en el mismo lote. El toro que abrió, de mucha culata y corto cuello, flojeó y se frenó de salida, como si patinara en la arena mojada. Cumplió en dos varas y se vino en banderillas pronto, pero lució y duró en la muleta muy poco. Antes de apagarse apoyado en las manos, una docena de embestidas rebrincadas y cernidas por los dos pitones. Bajo un chaparrón y sorteando charcos, firmeza y oficio de Fernández Meca, que debutaba en San Isidro, y una estocada de mucho corazón. La gente, ajena al ruedo por culpa de la lluvia. Héroe en plazas francesas con corridas de albaserradas muchas veces, Meca se vio sorprendido esta vez por un toro de sangre hermana de los victorinos. Un cuarto descarado y sillote que tropezó demasiadas veces la capa de salida y todavía más la muleta en la apertura de una faena de buenos deseos. Engallado, crudo de varas, enterado en seguida, el toro, con carácter en las primeras arrancadas, vio al torero muy pronto y a partir del décimo muletazo ya no le dejó estar. El tranco y el son de salida fueron presagio de que el segundo, astinegro, cabezón y badanudo, iba a ser un toro notable. Su alegría y fijeza en dos varas de poca pelea y poca sangre confirmaron los indicios. Luego se arruinaron los buenos auspicios: el toro se vino abajo en la muleta. Higares, muy suelto con la capa, se encontró sin opción. La lluvia arreció durante un apunte de faena. Apagado el toro, no hubo manera de inventarse nada. Se pidió brevedad. Al tercer viaje Higares cobró gran estocada. Paso de pitones y aplaudido de salida, el quinto le entró a la gente por los ojos. Toro con plaza y también con partidarios. No tuvo mal son, pero sí el problema de gazapear. Muy pegado en el caballo, justo de fuerzas, se acabó quedando muy cortito. Afanosa faena de Higares, que abusó de torear a la voz y de esperar al toro en los momentos clave. Con diferencia sobre cualquier otro de los ciento y pico lidiados en feria, el tercero resultó el toro más difícil de San Isidro. Fiero, con mucho sentido, genio, agresivo al defenderse. Hizo hilo, escarbó, olisqueó, se encastilló. Aire de toro pregonado, una prenda, una marrajo. Le comió la moral al banderillero que intentó sin éxito lidiarlo. Estuvo a punto de llevarse por delante dos veces a José Ignacio Ramos con el capote y le enganchó por el mismo chaleco en el embroque de un tercer par de banderillas prendido con enorme pundonor. El sólo gesto de Ramos de cubrir el tercio a la vista del toro y de lo malo del piso fue algo heroico. El destino compensó a Ramos con un sexto que, en bravo, fue el toro de la corrida. Por galopar, moverse y querer. Ramos lo toreó de capa vibrantemente, lo banderilleó con exposición y mérito y lo muleteó con criterio en una faena entregada y desigual.

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