Diario de León

Las excavaciones que se están realizando en la casa-palacio de Fernández Cadórniga permitirán averiguar cómo era este edificio del siglo XVII

Los enigmas de un palacio

León

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El palacio de corte renacentista situado en la calle Fernández Cadórniga ha sido durante siglos un enigma. No existen los planos originales. Las continuas reformas que ha sufrido su interior, así como la transformación del inmueble en varias viviendas, han borrado cualquier rastro del diseño original. Ahora, las excavaciones que se están llevando a cabo en una parte de esta casona del siglo XVII facilitarán la reconstrucción de su trazado primitivo. De momento, ya han aparecido varios muros que permitirán averiguar qué había en el interior del ala este, donde actualmente sólo se conserva la fachada y que en el futuro se transformará en una nueva vivienda. Esta noble casona, que comparten varios propietarios, oculta un pozo, un patio interior y varios suelos empedrados superpuestos. A más profundidad, se han localizado restos de estratos medievales; pero ningún vestigio, aún, del pasado romano. El director de la excavación, Emilio Campomanes, reconocía ayer que estos hallazgos son importantes desde el punto de vista histórico y documental, ya que la futura vivienda no prevé ningún sótano, por lo que, probablemente, los restos no se conservarán. Junto a numerosas piezas cerámicas de la época de construcción del palacio, también se ha desenterrado un curioso huso de hueso, similar a otro encontrado en las recientes excavaciones de la plaza Mayor. El palacio fue erigido por Ramiro de Laciana y Quiñones -de la familia de los Quiñones de Sena y Riolago de Luna-. Es posible que los Quiñones eligieran esta ubicación por la proximidad con el convento de las Concepcionistas y de las Carbajalas, de los que eran benefactores. Ramiro de Laciana fue regidor de esta ciudad a mediados del siglo XVII y también procurador general de la Orden de Santiago. El palacio siguió siendo propiedad de esta familia hasta mediados del siglo XIX, cuando las dependencias del aristocrático inmueble se vendieron y ya nunca más el edificio tuvo un único propietario. A partir de entonces, el palacio fue dividido, tabicado y reformado una y otra vez. La casa conserva de su pasado noble dos escudos heráldicos de los Osorio y los Barba sobre los balcones de las torres y otros dos a cada lado del balcón principal. Hace dos años, uno de los torreones era rehabilitado como vivienda y eliminada una construcción adosada a la torre que rompía la armonía de la monumental fachada. Con las futura restauración de otro «pedazo» del palacio se completará, en parte, la recuperación de uno de los edificios más singulares de la arquitectura civil leonesa.

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