Diario de León

Morenito de Aranda despunta en el festejo de promoción en el que tuvieron una actuación destacada Carlos Doyague y Jorge Contreras

Excelente novillada de Algarra

León

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Luis Algarra envió a León, por segundo año consecutivo, una novillada que contribuyó de verdad a que el festejo de ayer fuera de promoción para jóvenes promesas. Ocho novillos cuajados y serios, que resultaron además bravos y encastados, una gran ocasión para los muchachos que tienen tan pocas oportunidades. A mayores se sumó una entrada aceptable para lo que suelen ser este tipo de festejos: casi media plaza. Volaron de los tendidos las caras populares y se llenó de vestidos de torear más o menos raídos el ruedo. El público apoyó incondicional a los jóvenes aspirantes, entregados como se ha visto a pocas figuras en la feria, y obvió los lógicos fallos con la espada. Y, sobre todo, disfrutó. El novillero más destacado del festejo fue Morenito de Aranda, de la Escuela Taurina de Madrid, que además acertó con el acero y fue el único que consiguió cortar dos orejas. Los trofeos fueron lo de menos. Lo cierto es que tuvo delante al mejor novillo de un muy bien encierro (codicioso, repetidor, excelente por el pitón izquierdo) y no lo dejó escapar. Recibió con una larga cambiada de la que salió achuchado, e inició la faena de muleta con suavidad y mucho temple. Empleó mano baja, bien compuesta la figura, llevando larga la embestida del novillo, noble y con transmisión. Torero elegante y sin aspavientos, reposado y seguro, realizó tandas mandonas por el pitón izquierdo, para finalizar con pases que más que en redondo eran de giros del toro alrededor de la figura del torero. Jesús Granado, que abría cartel, fue el menos avezado de los novilleros actuantes. También su enemigo colaboró menos, perdiendo las manos y desluciendo el trasteo. Lo mejor fueron los ayudados finales. El público fue cariñoso con el torero de la Escuela de Albacete. Sánchez Fariñas, de la Escuela de San Fernando, se las vio con un animal fuerte y astifino al que recibió con arrebatadas verónicas y una lucida revolera. Novillero con muy buenas maneras, tuvo que cuidar a un enemigo que al principio de la faena cayó en mala postura y hubo que colearle para que se levantara. Le llevó el diestro con mucha suavidad y la muleta alta, dándole distancia, aunque en general el trasteo resultó deslucido. Se gustó en algunos momentos y sacó naturales sueltos limpios, para terminar con desplantes de rodillas y manoletinas. La seguridad y el porte que tuvo con la muleta le faltaron con los aceros, pero su labor también obtuvo trofeo. El tercero de los ocho jóvenes actuantes fue Carlos Doyague, el triunfador del año anterior.

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