Alma en ‘Blanco y Negro’ de Benavides

Toño Benavides regresa a casa y lo hace con Blanco y Negro , la exposición que desde hoy se puede ver en El Cajón del Arte, en la calle Serranos. A las 12.30 se inaugura esta muestra en la que el dibujante, ilustrador y poeta leonés vuelca tal vez estas tres condiciones artísticas, y en donde repasa parte de su labor publicada, con la que logra amplificar a veces literatura ajena, propia o directamente impactar con su lenguaje visual. Por eso, ver estos trabajos de manera independiente es la mejor demostración de su talento individual.

La exposición reúne una selección de los últimos trabajos publicados en diferentes medios de prensa y editoriales. Ilustraciones originales de títulos como El fogonero , de Franz Kafka publicado por la editorial Cálamo, Cuentos del gallo de oro de la editorial Everest con relatos de Juan Pedro Aparicio, José María Merino y Luis Mateo Díez o la reciente edición de Fortunata y Jacinta , de Benito Pérez Galdós publicada por Reino de Cordelia.

Se incluye también una selección de las ilustraciones realizadas para El corazón de las tinieblas , de Joseph Conrad, de próxima aparición.

Hasta el 25 de junio, con cita previa telefónica, se podrá disfrutar de esta «obra sobre papel realizada principalmente al carboncillo, grafito, lápiz graso, gouache, acrílico... con los valores propios del dibujo, la espontaneidad del boceto, la expresividad de la mancha gestual y la búsqueda de un violento y romántico dramatismo a través del claroscuro y los contrastes», dice el análisis experto de lo que también es poesía que Toño Benavides hace sin palabras, como si encontrara en esos dibujos y pinturas la evocación literaria en la que, por otra parte, siempre anda envuelto. Hay una parte novedosa por tanto y también el reencuentro de un artista que surgió en León pero que ya en 1989 abandonó su ciudad para introducirse en el mundo de la ilustración en Madrid. Algo que le ha permitido protagonizar esa generación dedicada a aportar arte a lo cotifiano de por ejemplo la prensa. Por eso, tal vez, ese lápiz de cabecera comenzó a escribir en verso lo que imaginaba como una necesidad de contar.