La vida secreta de los edificios de León
Monumentos e inumuebles singulares sufrieron cambios en el último siglo o fueron derribados por la codicia especulativa

El convento donde hoy está el Complejo de Santo Domingo.
Parecen disecados, pero no es cierto. Monumentos que llevan en pie más de dieciocho siglos, como las murallas de León, no eran en origen como ahora. Los estragos del paso del tiempo, demoliciones, ampliaciones y reformas han ido cambiando la imagen de los edificios históricos y singulares de la ciudad. Metamorfosis en ocasiones providenciales y, en otras, devastadoras.
Algunos han perdido no solo la traza primitiva, sino también el color y la policromía que decoraba su exterior. Las fotografías son el ‘testigo de cargo’ de las alteraciones que han sufrido las construcciones más emblemáticas de la capital leonesa. San Isidoro no es ahora como en los años treinta, ni la Catedral como a principios del siglo XX. Otros han corrido peor suerte y fueron demolidos por la codicia especulativa.
Expansión a golpe de maza
El crecimiento de la ciudad fue sacrificando pedazos de muralla, que también ha ido perdiendo altura y cubos. Mantener el patrimonio intacto ha resultado misión imposible. El mejor ejemplo es la Catedral, prácticamente rehecha en la magna restauración de finales del siglo XIX. En 1857 comienzan a caer cascotes. El descomunal peso de la cúpula barroca hace temer el hundimiento del edificio gótico. La providencial intervención de Matías Laviña y de su discípulo, Juan Madrazo, impedirá que la Catedral se precipite al vacío. Durante catorce años el edificio gótico se sostiene gracias a un complicado sistema de andamios. Cuando llega el momento de probar la solidez de los arreglos todo el mundo cruza los dedos. El siglo XIX fue el peor en la historia de San Isidoro, erigido en el siglo XII por el arquitecto Pedro Deustamben sobre un primitivo edificio anterior. Las tropas francesas saquearon las capillas y convirtieron en establo el Panteón Real. Cuando llegó la hora de la retirada, los soldados napoleónicos incendiaron la iglesia. Pocos años después, en 1835, con la desamortización de Mendizábal, sufrió nuevos expolios.
Las primeras fotografías que existen de los monumentos leoneses ofrecen imágenes desconocidas y permiten apreciar los añadidos y amputaciones que han experimentado. El siglo XX cambió por completo el paisaje monumental de León.
Un ejemplo curioso de la agitada vida de los monumentos es la fuente de Neptuno, hoy en el jardín de San Francisco, pero que peregrinó desde la plaza de la Catedral a la Plaza Mayor.
Otro ejemplo es el entorno de San Marcos con un gran jardín hoy pavimentado; San Isidoro, con una alta reja y rodeado de árboles; y la Catedral, a cuyos pies se instalaron en 1928 los bancos y la fuente diseñados por Zuloaga que ahora se encuentran en la residencia del mayores Virgen del Camino.
En 1875 el alcalde de León quiso derribar San Marcos porque estaba «demasiado viejo». En 1836 el Ayuntamiento puso la vista en la parroquia de Nuestra Señora del Mercado. La idea era ensanchar la Plaza del Grano y la iglesia les parecía a las autoridades de la época un obstáculo insalvable. La invasión carlista de aquel año, con el reforzamiento de las defensas de la ciudad, habían dejado diezmados los fondos municipales. Gracias a eso, la iglesia, declarada monumento nacional en 1973, se salvó de la piqueta. No todos corrieron la misma suerte, como la antigua iglesia de Renueva, ubicada junto a la estación de Matallana; el convento suplantado por el Complejo de Santo Domingo; la Real Fábrica de Tejidos e Hilados, cuya portada se adosó a la sede hoy de Audiencia; o el viejo hospicio, en San Francisco. La destrucción de algunos lienzos de la muralla tardorromana obedeció a un obtuso plan para librarse del cerco que asfixiaba cualquier intento de modernidad.
Políticos y empresarios apelaron a razones de higiene, progreso y embellecimiento para derribar tramos sustanciales de la fortificación tardorromana. Casi nadie alzó la voz para impedir uno de los mayores atentados contra el Patrimonio que ha sufrido León. El derribo de siete cubos en la calle Carreras, cuyos arranques emergieron en hace dos años en las obras de peatonalización de este enclave, estuvo perfectamente planificado.
En febrero de 1906 la prensa se hacía eco de la noticia, ensalzando que «al fin» León tenía permiso para derribar la «inútil muralla». Algunas fotos de la época permiten contemplar a brigadas de operarios tirando a golpe de maza la fortificación erigida por los romanos.
Operación puertas medievales
Entre 1851 y 1856 el Ayuntamiento de León aprobó el derribo de cinco puertas medievales (Ánimas, San Francisco, Santa Ana, Peso de la Harina, Santo Domingo), otras dos más entre 1864 y 1868 (Sol y Moneda), hasta culminar con la demolición en 1910 de Puerta Obispo, «la que más tiempo resistió porque era la más monumental, pero sobre todo porque permanecía oculta en terreno catedralicio», según el profesor de la Universidad de León Emilio Morais.
Antes de tirar los cubos de Carreras, la piqueta se llevó por delante un tramo de la muralla similar al que se conserva en Ramón y Cajal. Se trata del segmento que discurría por la plaza del Rastro Viejo (actual Ruiz de Salazar). El 10 de febrero de 1860 el Ayuntamiento autoriza el derribo de esos cubos para la construcción de casas. Más recientemente, cuando se hizo el párking subterráneo de la Plaza Mayor, se sacrificaron tres metros de la muralla medieval en el acceso de Caño Badillo.
Salvado ‘in extremis’
En 1882 el Palacio de los Guzmanes se salvó de la ruina gracias a que fue adquirido por 100.000 pesetas como sede de la Diputación Provincial. En los años sesenta la piqueta acabó con la iglesia de San Salvador del Nido, donde oyó misa en 1849, camino del destierro a Portugal, el destronado rey de Cerdeña y duque de Saboya Carlos Alberto. La iglesia más antigua de la ciudad, Palat del Rey, también estuvo a punto de ser demolida.
La destrucción del patrimonio es tan antigua como la propia historia. En León, el primer «villano» documentado es el caudillo Almanzor, que aniquiló la ciudad, arrasando las murallas. También los constructores de la catedral románica desmantelaron con esta obra las termas romanas. Años después, el templo es a su vez suplantado por otro de estilo gótico. Las cercas medievales sufrieron igualmente amputaciones en varios tramos.
Algunos edificios solo se conservan ya en fotografías, como la sede de la Cruz Roja en Álvaro López Núñez, la Casa de Galicia en la calle Villafranca o el espléndido Instituto Politécnico derribado sin motivo y sustituido por el actual Juan del Enzina.
Cuando León perdió los chalés
Los chalés de la próspera burguesía leonesa de principios del siglo XX acabaron siendo ejecutados por los «verdugos» de la especulación. La principales calles de la capital leonesa contaban con monumentales hotelitos que alojaron a las familias más acomodadas. La demolición comenzó en los cincuenta y duró hasta los setenta, cuando aún se autorizaron los últimos derribos. Una de las villas más espléndidas era la de Francisco Sanz, en mitad de Ordoño II, que tuvo una vida efímera. La enorme mansión, rodeada por una espléndida verja, fue construida en 1894 y derribaba en 1946 para erigir en su lugar el edificio del Banco de España.
En la avenida de la Facultad se alzaba el chalet de Gavioli, propietario de Española de Talcos, que fue demolido para levantar un inmueble con poca gracia arquitectónica.
Los chalés de la Condesa y la avenida de la Facultad fueron cayendo uno a uno para ser suplantados por grandes moles de viviendas. Padre Isla, donde quedan dos supervivientes —el chalé de los Fierro, hoy sede de la Cámara de Comercio, y la Biblioteca Municipal, frente a la iglesia de Renueva—, fue en la primera mitad del siglo XX una de las calles con mayor número de villas, algunas tan espléndidas como la vivienda de Gregorio Fernández, en la esquina de la calle La Torre, demolida para levantar la sede de Telefónica.
En la calle Alcázar de Toledo estaba el fastuoso chalé del doctor Solís, con un espléndido torreón. Entre los más espectaculares, el sanatorio del doctor Néstor Alonso, en Condesa de Sagasta, derribado en 1971. También desapareció el chalé del oculista Pedro Mata en la plaza de las Cortes Leonesas; el del doctor José Eguiagaray Pallarés, en la Condesa; y el del doctor Ucieda, en Ramiro Valbuena.
En el solar que hoy es sede del edificio del Ayuntamiento de León hubo un imponente palacete con un no menos colosal tilo. En plenas fiestas de San Juan de 1972 el enorme árbol fue arrancado y paseado con su muñón de tierra a lomos de una grúa que desfiló por Ordoño II en una inolvidable ceremonia «fúnebre». En Padre Isla se alzaba el imponente edificio de ladrillo de Hierros Zarauza, al que luego se añadió un chalé. La lista de edificios singulares que León perdió el pasado siglo es trágica.