Diario de León

OPINIÓN Miguel Ángel Nepomuceno

Esencia del Barroco

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León

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Cada nueva visita del grupo La Folía es un impagable reencuentro con algunas de las más hermosas obras de ese período tan rico y a la vez tan vitalista como ha sido el Barroco. Con Pedro Bonet al frente, hace años que además de gozar de un prestigio merecido posee un sonido propio que lo diferencia de otros grupos de similares características, por la limpieza, el rigor y la comunicatividad de cada una de sus ejecuciones. El concierto que anoche interpretaron en el Auditorio volvió a constituir otro ejemplo de esto que apuntamos y tuvo en cada una de sus intervenciones ese sabor de lo genuino, de lo bien hecho. Johann Christoph Pepusch, con el que se abrió el programa, fue un auténtico descubrimiento, por la elegancia de su escritura, desenfadada y muy bien construida. La obra de Johann Friedrich Fasch dejó patente su excelente formación como orquestador y el ser uno de los maestros que mayor fuerza opuso a Bach en la plaza de Cantor de Santo Tomás Tras, aunque finalmente la profundidad y la perfección ejecutoria del maestro de Eisenach acabó por imponerse. La Folía no sólo hizo una lectura preciosista de su Sonata para flauta travesera, dos flautas de pico y cembalo, sino que dotó a su intervención de una rotunda y brillante conversación entre el instrumento principal, el continuo y las dos flautas. De Johann Sebastian Bach, interpretaron la trascripción que del concierto nº3 de Vivaldi hizo el cantor, gran aficionado a la música del Pretre Roxo del que haría numerosas transcripciones de algunas de sus más famosas composiciones. Johann Christian Schickhardt, oboísta y flautista de pico además de compositor, fue el siguiente maestro del que ofrecieron el Concierto nºIV en fa mayor para cuatro flautas y bajo continuo, un delicioso juego de sonoridades hecho para el disfrute y el placer; especialmente, el Largo, del que el grupo instrumental hizo una exquisita lectura. Georg Philipp Telemann tuvo en su Cuarteto para flauta de pico, dos traveseras y continuo de la Musique de table, uno de los más hermosos trabajos contrapuntísticos, que hicieran el deleite de la alta sociedad hamburguesa al igual que anoche lo hizo con el público asistente al Auditorio. Fue con la Sonata en re mayor para dos flautas traveseras y bajo de Joseph Bodin de Boismortier, la que tuvo en su luminosa gigue una de las partes más deliciosas del concierto por la frescura y sencillez de su línea, traducidas con transparencia y exquisito fraseo; algo consustancial al grupo, que plasmó un brillante final de concierto con la Sonata para vilonchelo, de Vivaldi, una de las nueve que escribió su autor para el violonchelo, que ahora hizo de solista, otra de Teleman y el concierto en fa, de Christo Pepuscu, autor con el que se inició este denso pero hermoso programa, servido por uno de los grupos barrocos más sólidos y perfeccionistas del país.

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