Sardá, el «boss»

POR MUCHO que moleste a Sardá, sus CM (Tele 5) representan lo peor de la telebasura, pero también (negarlo sería memo) son un espectáculo de primer orden que a la vista de como anda el patio de sus competidores en el terreno del corazón marrón y la porquería catódica (véanse las parrillas matinales, las vespertinas e incluso algunas nocturnas), casi saben a gloria. El lunes regresó como un ciclón para su séptima temporada, que con probabilidad le confirmará líder en su franja. Analizar las claves de su éxito llenaría varias columnas, pero sólo una importa: cuenta sus incondicionales por miles y eso cotiza en el parqué televisivo. El plato fuerte de la rentrée fue la transformación del estruendoso Boris, a consecuencia de una supuesta liposucción: pecho, vientre, hombros... En el contexto del programa, la anécdota se magnificó a niveles de categoría. Obviamente el hecho también abre puertas al patetismo y trasluce complejos de los que dan chollo a psicólogos y psiquiatras. Latre se mantiene en magnífica forma, el lenguaje no admite trabas, la realización continúa electrizante y Sardá se vio en la obligación de lucir su pátina de hombre de izquierdas parodiando el gesto sucesorio de Aznar con un gigantesco dedo sobre su mesa y luciendo una barba por el nuevo look Rajoy. Vale, pero ¿y la permanente loa de CM a la banalización? Ese es su problema.